La encontré de casualidad a través de un grupo de Facebook que comparte experiencias de vecinos de Burlada y su caso me llegó al alma. Una mujer, madre de tres hijos, empleada en un supermercado que busca una vivienda desesperadamente. El propietario de la vivienda que tiene alquilada la quiere vender, ella y su familia tienen un plazo para marcharse, y tras rastrear todas las inmobiliarias ha publicado su propio anuncio en las redes sociales. Con nombres y apellidos: "Soy un piso vacío, sin habitar, llevo algún tiempo cerrado, sin nadie que dé vida a estas paredes vacías, ni aroma a comida recién hecha en la cocina, o dé alegría a mi salón en las noches tristes de los sábados... Me han comentado que una chica llamada Sara Landa me necesita, pero claro, no sabe como localizarme y la pobre lleva tiempo buscando un piso para vivir. Dicen que es trabajadora, seria, legal y que le echa humor e ironía a la vida, incluso le da igual si no tengo muebles o estoy algo viejo, ella me puede adecentar perfectamente...". Hablé con ella y conocí su rocambolesco periplo para encontrar una vivienda a un precio razonable. Misión imposible. Sin salir de Burlada y Erripagaña. Se ha topado con puertas de propietarios, las menos, e inmobiliarias, las más (son las que gestionan el mercado, admite), que se cierran porque prefieren a parejas de funcionarios con dos nóminas. Viviendas que no bajan de los 750-800 euros sin salir de Burlada. Por no hablar de los 3.000 euros que hay que desembolsar para aterrizar en un nuevo alquiler entre el adelanto de mensualidad, la fianza y una renta entera que se lleva la imobiliaria. Ni siquiera puede acceder a los alquileres de vivienda protegida con precios tasados porque el último piso que conoció en Erripagaña por 630 euros se anunciaba en una inmobiliaria que habitualmente seleccionan mucho los perfiles. "Quieren parejas con dos nóminas", asegura. "Yo estoy apuntada en Vinsa desde 2008 pero me dicen que no entro en el baremo, que va por puntos no por antigüedad...". Aunque dos de sus hijos van a volar del nido en breve Sara no puede permitirse pagar 800 euros para una vivienda de dos habitaciones, para ella y su hijo pequeño. "Entiendo que haya muchos vecinos que no se atreven a alquilar pero yo les invito a que conozcan situaciones como la mía y que me conozcan porque me gustaría decirles que yo voy a cuidar ese piso como lo he hecho siempre porque va a ser mi hogar", expone. Me pongo en su papel y me doy cuenta de lo duro que tiene que ser vivir en esa incertidumbre, sin poder dar seguridad a tus hijos, sin saber donde van a dormir mañana pese a tener un sueldo garantizado. Ahora que estamos pensando en acoger a refugiados de otros países tendremos que pensar que también tenemos personas muy cercanas a las que no podemos dejar en la calle. Que libran su propia batalla personal. Al igual que Sara hay mucha gente que no puede permitirse comprarse una vivienda. En nuestra sociedad, cada vez más, hay muchas familias diferentes.Y muy cerca de ellas cientos de viviendas cerradas y vacías a las que se podría dar vida. Al igual que ha hecho Sara no estaría mal organizar encuentros entre esos propietarios y los potenciales inquilinos o sus entornos sociales. Seguro que caerían muchos prejuicios.