las próximas semanas prometen. Prometen, del verbo prometer. Y también prometen, como espera alborozada ante hechos desternillantes en los que los mecedores de la cosa pública, algunos políticos, van a insistir en manifestaciones y acontecimientos hilarantes. A saber, el otro día, la misma emisora de radio enlazaba las declaraciones de dos socios de una recién firmada coalición electoral en las que defendían ideas distintas y contrarias sobre el mismo asunto. Y el pacto estaba aún calentito, recién cocinado. Por no hablar del candidato a la presidencia del último acuerdo a tres que se dedica a poner a parir a sus dos socios en cuanto puede... Esto debe de ser algún nuevo modo de ensamblar confianzas y asegurar lealtades.

Las Facultades de Comunicación, además de la autoentrevista en Instagram de Sergio Ramos, tienen mucho para estudiar también con la propagación y difusión de las mentiras como argumento firme.

Y es que tan, tan prometedoras se han puesto las cosas que de un tiempo a esta parte en algunas publicaciones digitales y, desde que se ha iniciado la campaña, más o menos, en medios de comunicación tradicionales, se han habilitado espacios en los que se investiga, detecta y se demuestran las mentiras que sueltan algunos prohombres, protoproyectos ellos. Estar todo el día en el púlpito, rajando del personal y de todo lo que se cruza por el camino -de la inteligencia artificial, toma ya, sin ir más lejos-, puede llevar a inexactitudes, fallos de visión o errores de cálculo, y en esto habría que ser un poco comprensivo. Pero que te pillen mintiendo, tal cual, sobre un asunto, también de otro, de una cuestión de más allá, y que con cara de piedra se mantenga el tipo en la trifulca, montando polvareda sin mirar atrás y con cara de póquer es gravísimo. Lo más bajo que puede encontrarse en un sistema de representación, en el que con una papeleta se entrega confianza, es que caiga en personal sin escrúpulos -sin memoria-. Que es lo que por ahora se fomenta, patrocina y propaga. ¿Qué es peor, que mientan o que se crean sus mentiras? ¿La mentira como señuelo o como postura ante la vida? ¿El engaño y la media verdad como camino para llegar al objetivo? Aquí puede esconderse una táctica, la del fomento del desengaño -a la peña no le interesa este modus vivendi- y también una segunda, la de aprovechar el mejunje de verdades y mentiras para con el chaparrón de burradas colar alguna propuesta peligrosa y loca. Tratar a la sociedad como un parvulario, peor aún, como si nos creyésemos todo, es no respetarla. Vivir del cuento, esa es la gran verdad.