a solidaridad europea, la Unión con todas sus cinco letras, no es una carta pública del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, o un vídeo delpresidente del Parlamento Europeo, David Sassoli, loando el comportamiento de la sociedad ante el coronavirus. Ni ligar la respuesta económica a las consecuencias de la crisis del COVID-19 con el planteamiento político de la Comisión que su presidenta, Ursula von der Leyen, pretende al incluirla -y es de perogrullo- en el Marco Plurianual 2021-2027 que el Consejo rechazó el pasado 21 de febrero. La solidaridad, la Unión con todas sus cinco letras, ante el desafío común del coronavirus que acabará explotando en todos los estados miembro (ya hay datos concretos en una quincena de ellos), es la acción común, conjunta. Y si la Unión Europea carece de competencias sanitarias, que se han reservado cada uno de los 27 estados para sí, las tiene, y con notoria capacidad, en el ámbito económico. Y no puede esperar. Europa no puede esperar. Soluciones intermedias a través del Mecanismo de Estabilidad (MEDE) cuya verdadera capacidad, sin embargo, se limita de momento a la financiación potencial (410.000 millones de euros) a que podrían recurrir países con dificultades para obtenerla, quizá sirvan para mantenerla en su actual indefinición, también sometimiento a los intereses de los estados. Lo mismo que repetir en estos momentos la mecánica de la crisis de 2008, que Alemania u Holanda estarían dispuestos a permitir, aportaría poco más de 60.000 millones, apenas el 8% del paquete de 750.000 millones que Berlín ha decidido movilizar para Alemania e incluido en su presupuesto. La misma cantidad, por cierto, que el BCE aprobó la pasada semana para compra de bonos públicos y privados en el PEPP (Pandemic Emergency Purchase Programme). El cálculo es tan vergonzante como sencillo. La dimensión del desafío que afronta la sociedad europea, sin fronteras de Schengen, dando que el virus no las respeta, exige a la Unión que lo sea, política y económica, más allá de los intereses de los estados y de mecanismos ya utilizados y que se han revelado solo parcialmente efectivos. Exige una nueva previsión respecto a las herramientas fiscales, una asunción conjunta del impulso que se precisará tras la paralización de la economía. Y no, pese a lo que se deduce del Consejo telemático de ayer, la Unión Europea no puede esperar a que la pandemia remita.