a persistencia de la covid-19 y la extensión e intensidad de una segunda ola de transmisión en la mayor parte de Europa, así como las cifras globales de contagios y fallecimientos, no ocultan que las consecuencias de la pandemia van también mucho más allá de la enorme crisis de salud pública o de los dramas privados que esta provoca. La inicial parálisis y la posterior ralentización de la economía, con secuelas que amenazan el bienestar y anuncian su replanteamiento, obligan al impulso de proyectos transformadores con intervención directa de las administraciones de un modo inédito en las últimas décadas, desde el triunfo del ultraliberalismo seguidor de las escuelas de Chicago (Milton Friedman) y Friburgo (Friedrich Hayek) que, con la defensa del protagonismo del mercado en la asignación de los recursos, arrumbó las teorías de John Maynard Keynes a finales de los años 70 del pasado siglo. Ahora, esta reinterpretación, un tanto keynesiana, de la economía levanta, sin embargo, algunas críticas al considerar que no promueve un reintegro directo a la sociedad de los recursos en aquellos campos en que esta los necesita, sino una subvención de proyectos empresariales como generadores o tractores de la recuperación de la riqueza necesaria que en todo caso llevaría a posteriori al reparto de aquellos recursos. Una crítica que, en todo caso, puede estar cubierta por los condicionantes de finalidad que conllevan los Fondos Europeos, lo que se supone hace difícil destinarlos a proyectos empresariales o infraestructuras que no se ajusten a esos fines. Ahora bien, la reinterpretación del capitalismo no significa su objeción absoluta de golpe, porque, entre otras cosas, agravaría la crisis hasta el punto de impedir el cambio hacia un modelo más justo, solidario y humanista. Se trataría, por tanto, de iniciar el desarrollo de la transformación en sentido contrario al que el neoliberalismo ha obligado a golpe de crisis durante las últimas cuatro décadas. Richard Horton, editor de la prestigiosa revista científica The Lancet, acaba de redefinir la covid-19 como “sindemia” (pandemia en la que factores sociales o biológicos incrementan el riesgo de las personas a sufrir graves daños o empeorar las patologías que ya padecen) y sitúa como prerrequisito para contenerla abordar las enfermedades que esta agrava. Y no parece desacertado trasladar de momento el concepto sindémico -abordar los problemas que el ultraliberalismo ha recrudecido en el sistema capitalista- a la economía y también a la política democrática.