ste fin de semana ha sido tranquilo para lo que está siendo el otoño, tan solo 55 inmigrantes han llegado a las costas canarias, 23 de ellos menores. Son adolescentes sin trabajo, pescadores, ocupantes de empleos en precario o del turismo azotado fuertemente por el virus. Pagan 1.000 euros por subirse a una patera de mafias o pescadores previo soborno a las fuerzas del orden. De pueblos pesqueros como Kayar, en el norte de Dakar de Mauritania, del Sáhara Occidental o Marruecos, salen a diario cientos de jóvenes africanos que anhelan sumarse a los casi 20.000 africanos que han llegado a lo largo de este año por mar a las islas españolas. Pueblos enteros del Magreb y del sur del Sáhara se están quedando sin gente joven y sin futuro, muchos no alcanzan los 30 años. La cifra confirma la situación límite en la que se encuentra el continente africano por el impacto de la pandemia y el expolio de sus recursos por parte de industrias pescateras chinas, turcas o europeas. La pesca masiva en el litoral africano de empresas extranjeras que consiguen permisos locales se destina a fábricas de harinas y aceite de pescado como materia prima de piscifactorías, ganado o mascotas. Es decir, para una industria agroalimentaria intensiva y globalizada que sirve a grandes intereses económicos. El Gobierno del Estado se ha negado a trasladar a inmigrantes a la península aduciendo que puede provocar un efecto llamada y por la presión europea. Y a cuenta gotas ha reactivado las deportaciones. El Cabildo de Canarias a su vez ha dictado una orden que obliga a todos los inmigrantes con PCR a guardar una cuarentena o confinamiento obligatorio. Canarias va a exigir al Gobierno de España y la Unión Europea evitar que las islas, y en especial Gran Canaria, se conviertan en “una cárcel atlántica” derivándolos hacia otros territorios. Saben que el flujo migratorio que no cesará tras el cierre de la frontera del Mediterráneo, lo que ha motivado que las mafias desvíen las rutas al archipiélago. La UE a su vez, sin una solución a esta crisis y con miedo a los contagios, estudia dar más fondos al Gobierno para gestionar la llegada de nuevas olas de inmigrantes. Es la salida de siempre a falta de una política global y solidaria que no solo apoye a los países que cumplen sino que busque soluciones para frenar esta sangría humana que la covid no ha hecho más que agravar. Canarias corre el riesgo de convertirse en otro de esos vergonzantes campos-cárceles de migrantes y refugiados como Lesbos.