La aprobación por parte del Parlamento alemán del nuevo servicio militar voluntario ha echado a la calle a miles de estudiantes que observan detrás de esta decisión un primer paso para hacerlo obligatorio. Otros países europeos mantienen debates abiertos sobre fórmulas similares. En algunos, la reactivación de modelos de reclutamiento parcial o selectivo ya no es un tabú; en otros, resurgen propuestas de servicios cívico-militares híbridos. Quienes defienden estos modelos sostienen que la seguridad continental exige poblaciones más preparadas.
El caso es que la postura alemana ha reavivado un debate que ya había cogido vuelo en Europa y cobró fuerza con la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Los defensores de la recuperación de la mili señalan que los ejércitos profesionales, por eficaces que sean, enfrentan límites demográficos y presupuestarios. Durante décadas, el continente avanzó hacia ejércitos profesionales, reducidos y altamente tecnificados, pero los últimos años han sacudido esa confianza en la estabilidad del entorno estratégico. El continente se desliza hacia modelos que muchos países abandonaron por considerarlos obsoletos. ¿Qué ha cambiado para abrir la puerta a un posible retorno? Los gobiernos invocan un entorno internacional más tenso y el argumento suele ser el mismo: los ejércitos profesionales no bastan. Sin embargo, estos modelos implican enormes costes logísticos y financieros: levantar instalaciones, formar instructores, sostener programas de miles de jóvenes… todo ello compite con necesidades urgentes.
Y en tiempos de presupuestos tensionados, los gastos en Defensa gozan de poca popularidad. Antes de reclutar más gente, Europa debería preguntarse qué quiere de su defensa y qué carencias reales tiene. Recuperar prácticas semimilitares se antoja una respuesta más emocional que estratégica. El riesgo es que Europa, en vez de construir una política de defensa sólida, caiga en la tentación de reciclar viejas soluciones sin medir sus consecuencias, incluidas aquellas que conservan nostalgias militaristas. Con todo, el impulso hacia modelos de participación más amplia parece avanzar. Las crisis internacionales recientes han recordado que la seguridad no es un bien garantizado. El debate ya está instalado y difícilmente retrocederá.