Soy una compañera de estudios de Aitor Calleja, tamborrero de la Comparsa de Pamplona, que como él, fui el día 7 a la procesión de San Fermín. Al subir la calle Curia, lo vi a un lado de la calle y me dijo que el vicepresidente le entregó una notificación echándole de la procesión. Mi sorpresa es muy grande porque conocía el contrato que tenía con la Comparsa en el que se especificaba su nombre. También sabía que la Comparsa estaba muy molesta con el libro Gigantes de Navarra, del que Aitor es uno de los autores, porque ellos querían sacar otro. Lo que yo no entiendo es la poca validez de un contrato firmado por el presidente de esta comparsa, Mari Ganuza, y la cacicada que sigue habiendo en estos tiempos contra un chaval que ha realizado un trabajo y que no ha decidido en qué momento se publicaba. Pensaba que la caza de brujas ya no existía en la democracia.