es uno de esos tiempos en los que la política y el periodismo andan alocados y acelerados. Seguramente, mucho más que los ciudadanos y ciudadanas. De esos días en que parece que hay muchas cosas sobre las que escribir, reflexionar y opinar. Y, sin duda, las hay. En Iruña, en Navarra, en el Estado y en el mundo. Pero eso creo que va para largo. Por eso, hoy esta columna, como ocurre de vez en cuando, se me ha ido a otra cosa. No sé si con acierto o no. A la muerte de una persona como Pepe Elizalde. Pepe ya había sobrevivido a su propia muerte allá en la cancha del trinquete del Tenis. Y nos regaló un tiempo más de su presencia. Difícil, pero presencia. Y presencia y Pepe iban de la mano. Excelente médico, de esas generaciones de profesionales que han trabajo duro y se han formado para llevar a la sanidad pública navarra a unas altas cotas de calidad y nivel de prestaciones. Coordinador de Trasplantes de Órganos, ha cambiado de lugar dando ejemplo y dejando aquí para nosotros los suyos. Un txistulari de lujo. Pelotari y setalari hasta el final. Un jugador de mus más bien del montón, aunque él se pensase de sí mismo otra cosa. Aunque eso nos pasa a todos y todas en el tapete de los cuatro reyes. Y un tan divertido como complicado compañero de andadas. Por supuesto, hijo y hermano de una gran familia de la vieja Iruña. Como otras muchas familias, que seguro que me matizaría él pese a que no sea exactamente así. No por falsa humildad, simplemente lo pensaba así. Siempre digo que es mal día el día de las alabanzas, y Pepe un día que me leyó esa frase escrita en una columna no recuerdo sobre quién, pero para nada alguien de su altura humana, me dijo que le gustaba. Que ni todo es así o asá. Que la vida tiene aciertos y errores. Que solo las alabanzas, en efecto, son un mal síntoma. Por supuesto, no creo que le hubiera gustado que escribiera estas pocas letras juntadas desde el corazón y me hubiera tenido una buena tarde de barra de bar discutiéndome cada palabra. Y no se hubiera ido para nada convencido de mis explicaciones. Como siempre. Sé que me falta la churrería y la Mañueta y, sobre todo, me falta Paulina, la amatxo. Pero el mundo, claro, no será hoy ni mejor ni peor que ayer, sin embargo esa Pamplona que llevamos en el alma hoy será mucho menos divertida que la de ayer. Ikusi arte Pepe. Goian bego.