nadie vivía mejor con ETA, nadie. Pero para llevar enterrada casi una década, algunos no paran de resucitarla mentándola cada día. La paradoja radica en que esos algunos son de los que más la sufrieron y los en teoría menos interesados en reavivar el dolor todavía latente. Tal sinrazón solo puede obedecer a que se sigue considerando el terrorismo un instrumento político de usar y arrojar. Como cuando el PP acusaba al PSOE de negociar con ETA y de acercar a sus presos, igual que Aznar. O como cuando la derecha al completo montó un burdo akelarre en Pamplona para denunciar la venta de Navarra por Zapatero después de que ETA acreditara lo contrario dinamitando Barajas. Escrito lo cual, se comprende el hartazgo de Chivite con ese persistente manoseo de ETA, en su caso para deslegitimar el Gobierno que rige por haberlo posibilitado la izquierda abertzale con su abstención. Pero eso no le exime de expresarse con los matices necesarios, además de que como presidenta no puede caer en provocaciones. Su encomienda es adecentar la existencia de la ciudadanía y a ello debe consagrarse, marcando la agenda con proyectos de futuro e inversiones acertadas, respondiendo a cada infundio con un argumento. El cuerpo a cuerpo a golpe limpio es gloria para el enemigo, en el ring solo tiene qué ganar el aspirante.