el peculiar John Wayne de la política española, Javier Ortega Smith, ha vuelto dar la nota en un incalificable vídeo en el que se aprecia al número dos de Vox haciendo prácticas de tiro con un fusil de asalto utilizado por las Fuerzas Armadas. Acojonante. Quiero decir que provoca miedo, no asombro. Pero más pavor da que los once tiros con los que descerraja a un virtual yihadista convertido en blanco se disparan en una instalación del Ejército en Murcia. Ortega Smith, pese a lo publicado en muchos medios, no ha sido militar profesional pero que sí ha realizado el servicio militar y en numerosas ocasiones se ha jactado de haber pasado por los grupos de operaciones especiales. Su actuación vulnera la ley porque ningún civil puede disparar armas de guerra. Y es inadmisible el ejemplo de este dirigente ultra que muestra a las claras y con bravuconadas cual es su estilo de hacer política. Defensa debería mostrar más celo en impedir este tipo de propaganda. Que políticos y personalidades visiten las instalaciones del Ejército no les da derecho a exhibir tanta chulería y saltarse la legalidad. Y este patrioterismo chusquero del que hace gala Ortega no beneficia a una institución cada vez más democrática y plural pero con demasiadas reminiscencias franquistas. Este fusilero de Vox tiene mucho peligro. Cuerpo a tierra, que vienen los ultras.