oy comienza el cierre total de toda actividad económica de lo que se denomina sectores no esenciales, lo que Sánchez denominó hibernación de la economía, durante un periodo inicial de 15 días. No he escrito nada antes sobre esta cuestión que lleva ya en el debate público desde hace dos semanas simplemente porque no tengo el criterio suficiente para emitir una opinión sobre la necesidad, alcance, bondades y perjuicios de la medida. Asumo que si es la opinión científica y sanitaria de los expertos que están evaluando la evolución de la pandemia, debe aceptarse y llevarse a cabo. Aunque insisto en que mantengo las dudas sobre sus consecuencias sociales, laborales, empresariales y económicas a posteriori. Sobre todo para las pymes, autónomos y comercios, que parecen los grandes olvidados en el decreto que regula este parón en la actividad económica. Y también para los trabajadores y trabajadoras, sobre sus empleos y salarios a futuro. Es cierto que gestionar una crisis sanitaria como la del volumen de esta pandemia del coronavirus no es fácil y que en ocasiones es inevitable la improvisación y la prueba-error. Pero en este caso, tanto el anuncio mismo -un sábado a la tarde-, como su contenido -con filtración de borradores y la publicación del decreto definitivo a última hora del domingo- han generado confusión, desconcierto y desinformación más que las certezas necesarias que exige la puesta en marcha de una medida de este alcance. Igualmente, y al margen de la necesidad y efectividad o no de la propuesta, Sánchez y su Gobierno han fallado a la hora de transmitir la información previa a las comunidades y a sus propios aliados políticos. Basta recordar que la propia presidenta Chivite afirmó el viernes en el Parlamento que Navarra no se pararía, apenas horas antes de que Madrid decidiese imponer la orden de cerrar la actividad casi total en todo el Estado. Y ayer Chivite insistió en la idea que de Navarra pueda decidir cuáles son sus actividades esenciales. La uniformidad en la imposición de decisiones no está siendo un buen camino. De hecho, en Alemania, el camino es el contrario: Merkel adopta las medidas y luego los lander las adaptan a sus propia realidades sociales y económicas que, como las comunidades en el caso del Estado español, son diferentes. Mejor.