aya por delante la constatación de que se antoja cabal extender el estado de alarma siquiera quince días más después del ingente sacrificio realizado. Especialmente una vez que se acomete la desescalada gradual con una restricción asumible de ciertas libertades, las que ahora reclaman con un desparpajo alucinante los promotores de la ley mordaza. La prórroga resulta así un imperativo sanitario cuya aprobación ha devenido sin embargo en un carajal político por esa geometría variable del PSOE a la postre demencial por incluir en la ecuación términos antitéticos como Ciudadanos y EH Bildu. Y dejando al margen a piezas básicas de la mayoría que invistió a Sánchez como ERC y Compromís. El acuerdo con la izquierda abertzale para derogar la reforma laboral ha desairado además a los ministerios económicos del propio Gobierno y ha abierto una falla entre sus dos socios por discrepancias en cuanto a alcance y plazos, con el corolario de quebrar la dinámica de diálogo social. A lo que agregar que tan súbito pacto ha irritado en este contexto preelectoral vasco tanto al PNV como al mismo PSE, víctimas las dos siglas de la creciente presión radical a cuenta de los presos de ETA. Es el precio de jugar todas las cartas al mismo tiempo. A ver cómo sale Sánchez de este jardín. Mientras el PP chapotea en el barro.