obre el Borbón ahora fugado con el plácet del Gobierno pesa la presunción de indecencia a la vista de la carga probatoria contra Juan Carlos como comisionista y evasor fiscal que obra en poder de la Fiscalía suiza. Indicios de culpabilidad a los que Felipe otorga tanto crédito que ha renunciado a la herencia contenida en las sociedades instrumentales de su padre, al que ha privado de su asignación anual y además desalojado de Zarzuela. Una convicción del actual rey que colisiona frontalmente con el comunicado con el que el emérito justificó la huida, como si lo que se ventilan fueran sus andanzas privadas -que además no pueden separarse de su rol representativo- y no el aprovechamiento de la jefatura del Estado para enriquecerse en nombre del pueblo español. En este contexto, qué patéticos resultan los esfuerzos por desligar al individuo de una institución de carácter simbólico tratándose de un puesto que se hereda por un vínculo de sangre y por tanto estrictamente personal. Como es inadmisible la ocultación del paradero de Juan Carlos y de cómo se sufraga ese periplo por los paraísos terrenales y fiscales que en su día abonó este comerciante de influencias, una afrenta a los contribuyentes que sostienen la Monarquía sin que se les pida opinión. Y mientras el crápula sigue viviendo igual que siempre a cuerpo de rey, a otros se les abren diligencias por injurias a la Corona. Pero cómo somos todos de iguales.