El Papa, preocupado en impartir doctrina divina y humana, ha realizado una polémica y tajante aseveración desde el balcón de la plaza de San Pedro: "El cotilleo es una plaga peor que la del coronavirus". Bien es cierto que el cotilleo se ha convertido en una calamidad social y mediática más acuciante a veces que las bíblicas citadas a menudo por el pontífice, pero de ahí a elevarla a los altares de máxima preocupación mundial me parece que Jorge Mario Bergoglio ha patinado. Claro está que, a lo mejor, viendo que últimamente está muy alejado de los trending topic sus asesores áulicos han apostado por introducir en su discurso un cóctel explosivo con estos dos términos para llamar la atención de los atribulados fieles y de los medios de comunicación. El chismorreo es consustancial a nuestra sociedad y uno de los pasatiempos preferidos en las reuniones sociales. Hay una verdadera epidemia de gente ávida de conocer los detalles de la intimidad o la actualidad de los que nos rodean y de la pléyade de personajillos de toda calaña encumbrados por la tele y las redes sociales. Y el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Es el vicio venial de la sociedad moderna, que ha encumbrado en la industria mediática del chismorreo poderosas empresas con escasos escrúpulos y pingües beneficios.