a inestabilidad política que anida en Madrid y arrastra al Estado ha entrado ahora en una fase abrupta de bronca política permanente. Una guerra de guerrillas en un creciente todos contra todos bajo el cada vez más sonoro retumbar de los tambores electorales. El peor de los escenario posibles en plena pandemia sanitaria con una cuarta ola de coronavirus que parece haber llegado ya. Los datos llevan días empeorando, con una curva al alza vinculada a la expansión de las nuevas cepas de la covid-19. También en Navarra, donde pese a las restricciones y al proceso de vacunación esta semana se han superado tres días el centenar de nuevos contagios. Y el peor escenario posible también cuando llega el momento de plantear las propuestas para los Fondos Europeos destinados a superar las consecuencias sociales, laborales y económicas de la crisis actual. Un reto que debe ser prioritario e imprescindible y al que las instituciones democráticas necesitan destinar máximos recursos y que ya está ensombrecido por la disputa frenética de la peor política, la polarización y la información basura. Elementos desatados para instalar un clima imposible en el que la gestión de los intereses generales y la búsqueda del bien común colectivo quedan sobrepasados por el partidismo y los intereses particulares. No sé que depararán las urnas el 4 de mayo en Madrid. Ni tampoco si Sánchez tiene pensando adelantar las elecciones en octubre. Pero tengo claro que necesario huir de ese estado de delirio permanente de la política actual, en el que las conspiraciones, la compra y venta de escaños, las traiciones de mesa y mantel, el transfuguismo pagado con dinero público, el imperio del fono de reptiles periodístico y el deterioro de las instituciones están retratado desde Madrid una democracia incompleta. Más aparente en sus formas que real en sus principios y valores. Afortunadamente, la política en Navarra está en otro lugar con otras formas de trabajar, de hacer y de conectar con la opinión pública. Y ésa es una clave política de máximo interés para el futuro inmediato: mantener una forma propia de hacer política y de impulsar la respuesta a los retos sanitarios, económicos, financieros y fiscales desde las instituciones y la sociedad civil que arroje propuestas y resultados eficaces para los objetivos comunes de Navarra. Parece necesario apostar por una mirada propia a los problemas y por respuestas propias como soluciones a los mismos. Dejar de mirar a Madrid, a lo que ocurre o deja de ocurrir en la convulsa Villa y Corte, dejar de esperar a lo que diga o no diga Madrid y actuar desde Navarra con la colaboración pública y privada -agentes sociales, académicos, económicos y empresariales, etcétera-, por lo verdaderamente prioritario ahora: la puesta en marcha de un plan eficiente, transparente y honesto con los diferentes fondos europeos que garantice la vigencia de la calidad y nivel de nuestro modelo de convivencia, de nuestros servicios públicos, de nuestro dinamismo social y empresarial y de las capacidades y potencialidades de nuestro sistema de autogobierno en todos los ámbitos. Empezando por la fiscalidad. La cohesión del actual Gobierno de Navarra y esa colaboración y consenso lo más amplios posibles son la otra cara de la moneda de la irresponsabilidad histórica que suponen hoy la inestabilidad y la bronca política.