a primavera ha entrado con fuerza y con cambios radicales, del sol a la nieve. Es tiempo de dejar atrás los días cortos y las noches largas y aventurarse en esta nueva estación en la que todo tiende a florecer. Necesitamos brotes verdes, flores, sol, luz y una perspectiva en el horizonte. Pero el tiempo, como el covid, es inestable, imprevisible y persistente. Las nubes no se van de un día para otro, pero las tormentas sí llegan sin previo aviso y estar o no protegido en ellas es esencial para que no te alcancen los rayos, esos efectos secundarios de un temporal que raras veces ocurren, pero a veces pasan. Y por ello no dejamos de caminar bajo una tormenta. Y pienso en las vacunas, el tema de esta primavera, la esperanza y la luz en medio de la oscuridad de la pandemia. Y en la importancia de estar protegida por si llega un nuevo temporal covid. Al virus no lo vemos venir y nos puede alcanzar con fuerza, antes y ahora, y contar con anticuerpos es el paraguas esencial. Ocurre que las nubes que rodean al proceso de vacunación a veces nos impiden ver el sol, pero hay que seguir confiando en su luz. La ciencia nos da seguridad, avances claves para la salud. El tiempo récord con el que se han conseguido las diferentes vacunas así lo demuestra. Pero no nos da certezas rápidas, ni porcentajes al 100%, ni garantías totales de manera inmediata, porque eso precisa tiempo, y es en ese tiempo donde choca la política y el periodismo con la ciencia.