gosto es un mes engañoso, parece que dura mucho si te toca trabajarlo y se pasa volando si estás de vacaciones. Es lo que tiene el tiempo, que aunque siempre sea el mismo dura más o menos según en qué o con quién decidas invertirlo. Es el mes en el que el calendario oficial se para, pero la vida sigue, por eso pasan muchas cosas y nos pillan a contrapié. Hechos graves como los que estamos viviendo este verano y que nos salpican en nuestra zona de confort estival, como las olas cuando no las esperas, olas de mar o de covid, como ese mensaje inoportuno cuanto mas necesitas desconectar. Es inevitable levantar la vista de nuestro mapa para ver el territorio, la realidad que nos rodea. Haití y Afganistán son dos de los dramas humanitarios que más atención y recursos precisan en estos momentos. Pero hay otros muchos, algunos más cerca como lo vivido en estos últimos meses en la frontera del río Bidasoa. Un río que simboliza la esperanza y el fluir de la vida y que se puede convertir en muerte justo cuando sueñas con alcanzar la orilla. Esa luz al otro lado del río que cantaba Jorge Drexler y que tristemente se ha apagado en el Bidasoa para tres jóvenes en pocos meses, Tessfit, Yaya y Abdoulaye, éste último el 8 de agosto. El también soñaba con un viaje de verano, pero no vio el peligro. Después de tanta miseria vivida en la dura travesía que llevaba en la mochila, el objetivo le pareció fácil. Ese río no era una zona de baño para él, como lo son nuestros ríos para muchos de nosotros, era el impulso final hacia una vida mejor. No pudo ser. Que diferente es todo según donde hayas nacido. Cuanta injusticia y drama también en agosto.