a pandemia ha logrado cerrar la mitad de los prostíbulos abiertos en Navarra (de 29 a 16). Y los que quedan están en clara decadencia. Desde luego en mi mente nada puede ser más decadente y sórdido que el comercio de carne en un club de alterne. Bueno sí, ahora los pisos de alterne y mujeres confinadas con sus maltratadores. La mayoría proceden de Nigeria y tienen entre 18 y 29 años. También constatan en Pamplona un aumento de mujeres de China. La prostitución ha seguido existiendo con la covid pero se ha trasladado a domicilios particulares donde los problemas se invisibilizan. Sus condiciones han empeorado en un espacio oculto, cuando no itinerante, que, sin duda, protege a proxenetas y clientes pero no a las víctimas de trata, que son la mayoría. Varias ONGs destacaban ayer las secuelas en la salud mental del impacto de la violencia ejercida por proxenetas, tratantes y clientes. Trastornos psiquiátricos que, de no ser detectados y tratados, se cronifican. Mujeres -y familias- amenazadas, agredidas, que no conocen el idioma, que tienen miedo a ser expulsadas, y atrapadas en su condición de esclavas, con dificultades para salir. Uno de los proyectos más interesante del foro creado entre instituciones y asociaciones como Acción contra la Trata es la formación de dos mujeres migrantes, supervivientes de la violencia, como agentes de cambio. También la plaza del Castillo contará desde mañana con una cabina informativa con la normativa que recuerda que la trata es delito. Y un negocio que en gran parte se mueve con dinero negro. Por si no queda claro soy abolicionista. Y, por cierto, seguimos sin ley, solo hay un borrador.