a impostura de los delincuentes de guante blanco es insaciable. Tras la Lista Falciani, los Papeles de Panamá, los Papeles de la Castellana, los Papeles del Paraíso llega ahora el nuevo capítulo de esta interminable serie bajo el título de los Papeles de Pandora. Otra lista de personajes involucrados en el escaqueo y el fraude fiscal en paraísos fiscales. Ahí de todo, pero más o menos están siempre los mismos. O al menos aparecen siempre tipos con los mismos perfiles. Un cúmulo de lo más granado de las elites al servicio del capitalismo neoliberal. Y no podía faltar en una lista internacional de grandes defraudadores fiscales que se precie Juan Carlos de Borbón. Muchos se repiten en un listado y en el siguiente. Es el mejor ejemplo de la impunidad en que viven. La justicia nunca está cerca de ellos. De hecho, a Juan Carlos de Borbón la Fiscalía ya le está afinando un cierre de las investigaciones que le persiguen desde hace años pese al volumen de pruebas que sostienen los delitos que le señalan. Seguirán apareciendo este tipo de listados porque ocultar dinero, ingresos, empresas y propiedades en sociedades opacas domiciliadas en lugares recónditos sin control político, legal y fiscal alguno no tiene apenas coste. Como mucho el bochorno de aparecer en los medios de comunicación con nombres, apellidos y fotos y poco más. Protegidos por el entramado financiero internacional, amparados en subterfugios jurídicos que permiten otorgar apariencia de legalidad a sus operaciones, el castigo penal es siempre ridículo. Las listas de personajes evidencian el descaro de un sistema que protege a las elites económicas, financieras, empresariales, pintorescas monarquías -en el Estado español, la familia Borbón no tiene obligación alguna de dar cuenta actividades con una declaración de bienes y actividades pese a los millones de euros que recibe cada año de los Presupuestos-, grandes familias y fortunas, deportistas, escritores, actores... y políticos sin escrúpulos. Están protegidos por un sistema que les permite evitar las obligaciones de las leyes que nos obligan a los demás ciudadanos. Son clanes y elites que se manejan en un modelo legal paralelo al del resto de la sociedad. Y comparten sistema de evasión fiscal, despachos de abogados, testaferros y sociedades entre ellos porque sus delitos no tienen coste. Por eso, ya hay más desapego resignado a estas informaciones que indignación. De eso se trata. De que no le demos ya importancia. Eso sí, casi siempre aparecen en los listados de los más patriotas. Casi todos coinciden en ser altavoces del nacionalismo español más exaltado, de mucha banderita, gomina y postureo gritón de barra de bar. El alcance del escándalo es ya lo de menos. Todo sigue igual. Y aquí no pasa nada. La saturación de tropelías es el camino al olvido. Se avala la farsa de extender ante la opinión pública que la corrupción es una lacra inevitable. Es lo que hay. Nadie asumirá responsabilidad penal alguna.