Hoy día el transporte es el principal responsable de la generación de gases de efecto invernadero en Europa tras el sector energético, pero ni las resoluciones de los tratados internacionales ni los compromisos voluntarios van demasiado lejos a la hora de alcanzar la descarbonización del sector. Los países del G20 (países industrializados y emergentes) son los responsables de la mayor parte del consumo mundial de combustibles para vehículos y de la emisión de gases de efecto invernadero relacionada con el transporte. El consumo no para de crecer y casi se ha duplicado entre 1990 (fecha de referencia de los acuerdos de cambio climático) y 2016. Consumen y emiten dos veces y media más que el resto de los países del mundo.

Las ciudades europeas insisten en las recomendaciones, adquieren unidades eléctricas de transporte público, se crean infraestructuras para el uso de la bicicleta y establecen algunas restricciones de tráfico, como se está haciendo poco a poco en nuestra comunidad, pero la industria automovilística sigue produciendo más y más vehículos y la ciudadanía compra. Las curvas de CO2 del sector transporte siguen ascendiendo.

Por poner un ejemplo, un país como Alemania, con 80 millones de habitantes, cuenta con 40 millones de coches (uno cada dos personas), lo cual parece una barbaridad si se tiene en cuenta la ambiciosa meta de la descarbonización del sector para el año 2050. Los expertos sostienen que la industria automovilística está muy amparada. El transporte en Alemania es el sector que más energía consume y el segundo que más gases emite después del carbón.

El transporte necesita una profunda reflexión y estudio en relación con el cambio climático, pero en las conversaciones y tratados sobre el cambio climático siempre queda aparcado.

Para llegar a la descarbonización del sector transporte es necesario plantear una estrategia con buenas prácticas sostenibles que contemplen la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero. Algunos expertos proponen una sencilla serie de preguntas a formularse desde cualquier instancia: cuán intensivo es el combustible, cuánto se emite y cuántos kilómetros viajamos.

La primera respuesta es muy sencilla: “Si caminamos o vamos en bicicleta no necesitamos combustible”. La segunda es que “el transporte público emite per cápita menos que un coche particular”, y a la tercera habría que oponerle una propuesta: jamás desplazarse en coche en trayectos de menos de dos kilómetros. Para colmo, la tasa de ocupación es de una media de 1,2 personas por vehículo.

Por otra parte, hay que acabar con el estatus que representa para miles y miles de personas el automóvil. El problema del coche es que, además de ser un medio de transporte, es un símbolo, aunque quizá cada vez menos. Nos encontramos que casi todo el mundo tiene una razón para poseer uno, pero sucede también que hay demasiadas facilidades, lo que hace que resulte muy cómodo ir en coche a todos lados.

Para luchar contra esta situación es necesario ahondar más en la monitorización. Hay que tomar medidas para eliminar todos los viajes innecesarios en coche, como los viajes cortos. Muchos viajes que se dan en nuestras ciudades son de muy pocos kilómetros. Esto ocurre en Pamplona y en muchos municipios de Navarra.

En cuanto al planeamiento urbano, decir que el vehículo consume mucho espacio público, a lo que se suma la contaminación acústica y atmosférica que afecta a la calidad de vida en general. Es necesario tender a las ciudades compactas que integren los distintos usos alrededor de pequeños centros, que una orientada al coche, con periferias lejanas, que requieren construcción de autopistas y largos desplazamientos.

Hay ciudades europeas que van camino de la descarbonización. Así, existen ciudades que se dirigen a las cero emisiones en las próximas décadas (Copenhague y París, por ejemplo), o Viena, que tiene un objetivo muy cercano (2020-2025). Quieren reducir la cantidad de coches en la relación con los otros sistemas de transporte al 20 por ciento, y que todo el resto sea transporte público, bicicletas, etcétera. Hay que seguir aquí con ese ejemplo.

También se debe fomentar la idea de los taxis compartidos e invertir en campañas de car-sharing para quienes ya tienen coche. Así mismo, el tráfico actual debe volverse eléctrico. Sin embargo, la apuesta de las grandes empresas automovilísticas todavía es aún tímida, además de que es necesario superar barreras tecnológicas como la capacidad y autonomía de las baterías, la mejora de las infraestructuras, la capacidad de la red eléctrica y el elevado coste.

Y, para finalizar, sobre todo hay que caminar y andar en bicicleta muchísimo más.

El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente