vaya con las peticiones de Vox para terminar pactando la investidura de Juan Manuel Moreno en Andalucía. La más contradictoria, la devolución de competencias autonómicas. ¿No sería más razonable pedirla en el ámbito de la política nacional? La más divertida, la solicitud de cambiar la fiesta de Andalucía al día 2 de enero para celebrar el fin de la Reconquista, en el año 1492. Sea de una u otra forma, cuando hay un pastel para repartir y la alternativa es cero o alcanza un alto grado de incertidumbre, es muy difícil no llegar a un acuerdo. El resto no deja de ser teatro. Eso sí, la estrategia ha logrado su efecto: estar en la boca de todos. Son los nuevos tiempos. Se trata de estar en los medios acaparando la mayor parte de los titulares y dejar dos o tres ideas muy muy arraigadas (a ser posible, pegadizas) que estén en la mente de las personas. El ejemplo más conocido es el de las elecciones que ganó Bill Clinton en el lejano 1996: “es la economía, estúpido”. El resto de eslóganes, más que conocidos. Barack Obama: “sí, podemos”. O recientemente, Donald Trump: “América para los americanos”. Sin duda, el primer premio es para el presidente norteamericano, ya que ha logrado que todos le copien. El lema es muy sencillo: “primero, los de aquí”. Pensemos en el tipo de formaciones que de una u otra forma predican esa idea.

No es Vox el único agente económico que, teniendo una posición de fuerza, se dedica a pedir. Lo hacemos todos. Y tiene sentido que desde cierta jerarquía empresarial, familiar o de un grupo organizativo al que libremente deseamos afiliarnos como una religión, club deportivo o cualquier tipo de organización social se pida. El jefe pide resultados a todas las personas que se encuentran bajo su mando. Los padres piden a los hijos desarrollo personal. Todos aquellos que ocupan un puesto ejecutivo están capacitados para pedir y solicitar un esfuerzo. Es justo y equilibrado; son las reglas del juego. No podemos funcionar de otra manera como sociedad.

Sin embargo, existen aspectos que llaman la atención. Siendo evidente que no se puede pedir sacrificios sólo en un sentido (por supuesto, los empleados, los hijos o las personas que pertenecen a una institución tienen sus derechos, siendo el principal, pedir ejemplaridad al jefe, padres o presidente), es sorprendente como muchas veces parece tener más fuerza, si se permite la expresión, el lado más débil. ¿Cómo puede ser?

A nivel paradigmático, llama la atención el caso de María Antonia Munar. Antigua presidenta de Unió Mallorquina, su partido siempre sacaba un número minúsculo de escaños. Sin embargo, era suficiente para poder decidir quién gobernaba la comunidad autónoma de Baleares. Eso sí, tanto pedir, tanto pedir llevó a mucho recibir. Y mucho recibir mucho recibir lleva, en ocasiones, o atribuirse el derecho de coger, coger. Y el que se pasa cogiendo termina cogido. ¿Cómo no se conforman con menos? En caso de dudas, consultar a Oriol Pujol.

Primera conclusión, que merece ser remarcada: por poder se da lo que sea. El que está en posición inferior lo sabe y en consecuencia, a pedir. Es fácil, pedir. Se hace debido a otra razón, ésta de índole cultural. Nos decimos, y decimos a los demás, para remarcarnos en nuestra posición inicial y sentirnos así más confortados, “el no ya lo tengo”. En fin, que algo esté instaurado en nuestras mentes no significa que sea lo mejor. No es agradable ser tachado de pedigüeño (uno de los simpáticos adjetivos con los que José María Aznar obsequiaba a Felipe González cuando solicitaba fondos en la Unión Europea). Pero hay un escenario en el que no importa: la petición de ayudas sociales. En ese caso, debemos informarnos bien. Seguro que en Internet se pueden dejar más claras las ayudas a las que aspiran las personas que cumplan los requisitos pertinentes, pero muchas veces tanta petición lleva a un gasto oculto que no vemos. Pero no nos importa. Total, “el no ya lo tengo”. Esa sería la segunda conclusión que tendríamos.

La tercera, si quiero 50, pido 200. Claro que se corre el riesgo de que el otro se levante de la mesa y no haya acuerdo, pero existen circunstancias especiales. Dentro del juego de poder, cuando influyen las emociones o cuando hay información oculta (consultar a la empresa Producciones Villarejo) se puede lograr todo lo que pidamos, siempre y cuando no conculque los valores más profundos del otro lado. El caso más extremo de peticiones se da en el caso de mafias que extorsionan a empresarios para que puedan mantener su negocio.

Contra el vicio de pedir está la virtud de no dar. Incluso una evidencia empírica nos recuerda que no está mal empezar de otra forma. Así lo dice la sabiduría popular: “manos que no dais, ¿qué esperáis?”.

Economía de la Conducta. UNED de Tudela