bolsonaro ha sido el primero que recientemente ha hecho campaña electoral poniendo a Dios por encima de todo mientras proclama un programa electoral de una inmoralidad al cubo para ganar las elecciones. Vox ha tomado parecida senda con una desvergüenza a la altura de Bolsonaro cuando apela al cristianismo para buscar electores. Y miente. Solo con escuchar al Papa su insistencia en la prioridad del “deber de acoger al extranjero”, tal y como afirma el convencional catecismo, vemos el talante de lo que Vox quiere aparentar. Es cierto que algunas personas de esta ultraderecha son gente de bien; yo mismo conozco desde hace tiempo a una persona que no se parece a la imagen de espantajo que promueve Vox. Doy fe, pero es una excepción.

Solo hay que escuchar al portavoz de Vox en Andalucía -juez en excedencia- cuando utilizó al evangelista San Juan y a San Francisco de Asís para justificar sus propuestas de derogación de leyes que luchan contra la expulsión de inmigrantes y sobre las mujeres. Y lo hizo con las siguientes palabras, en la que fue primera intervención de la reciente democracia, de un representante de la extrema derecha en Andalucía: “Nos basamos (Vox) en la ideología de un revolucionario que vivió hace más de dos mil años y basaba toda su doctrina en el amor, en San Juan y San Francisco de Asís”.

Ellos saben que Jesús de Nazaret mostró su amor especialmente por los más despreciados. Y entonces como ahora, hubo hipócritas que tergiversaron su mensaje y utilizaron lo que más le enfadaba al Maestro, precisamente la hipocresía y la falta de misericordia. Y parece que Vox cumple de sobra con ambas actitudes. Sus seguidores católicos, tan crecidos gracias a Pablo Casado, miran ahora para otro lado exaltados como están en revivir el nacionalcatolicismo con su ideología sectaria tan poco ética como no cristiana.

Algunos cristianos de base han llamado la atención a Vox en público por sus propuestas antievangélicas y xenófobas contra los que huyen de la miseria y el conflicto: la expulsión de más de cincuenta mil extranjeros en situación irregular. La protección de estas personas en su fragilidad es la única postura posible para un cristiano. Mentir sobre este particular manipulando a quienes predicaron todo lo contrario con su ejemplo, y poner a Cristo como paladín de su programa electoral, debería ser suficiente como para despertar de su letargo a la Conferencia Episcopal. Pero a lo peor, el letargo no es el problema... No vale con decir genéricamente que defienden la familia y están contra el aborto, cuando callan cobardemente ante los recién nacidos que mueren por decenas de miles de hambre y de sed. Les recuerdo que San Juan decía que el que odia a su hermano es un homicida. Y que San Francisco rezaba pidiéndole a Dios que allá donde hay odio, yo ponga el amor. Esta ultraderecha invoca raíces y ejemplos cristianos pero no puede esconder las denuncias proféticas a favor del respeto a los diferentes, la defensa de los descartados sociales y la crítica a los poderosos que oprimen al pueblo y luego se hacen llamar bienhechores (está en el Evangelio). Marine Le Pen se congratuló de la victoria del colega Abascal antes incluso de trascender la victoria de Vox en Andalucía; contenta, supongo, con un programa que fractura la sociedad, exacerba el individualismo egoísta y aleja a la verdadera justicia y el bien común. Sin ir muy lejos, Cáritas, como otras muchas organizaciones solidarias católicas, no dejan desatendidos a los migrantes en peor situación.

Si a la zafia reivindicación de los valores revenidos de Vox como principios cristianos en general y sobre la inmigración en particular, le añadimos a su ideario la supresión del Estado autonómico, la derogación de las leyes de violencia de género y de memoria histórica, o la suspensión del espacio Schengen europeo, tenemos un bonito cuadro al que solo le falta la guinda que nadie ha desmentido: que Vox fue fundado gracias al millón de euros donado por el Consejo Nacional de Resistencia Iraní (CNRI), de inspiración anticapitalista y que formó parte de la lista de grupos terroristas internacionales; otra joya cristiana.