el próximo 6 de marzo el Gobierno de Navarra entregará el Premio Berdinna 2019 a la Asociación Colectivo Alaiz, antes Centros de Cultura Popular y, en su origen, Centros de Promoción de la Mujer, por su “contribución indudable en el avance y logro de la igualdad entre mujeres y hombres en Navarra”.

No siempre los premios son acordes con los méritos de la persona o la institución que los recibe, en este caso no tenemos ninguna duda de que este premio reconoce y valora el enorme trabajo que el Colectivo Alaiz viene desarrollando desde hace más de cincuenta años en pro de la igualdad y el empoderamiento social de las mujeres. Alaiz trabajó por la igualdad mucho antes de que este concepto apareciera en nuestras vidas y en la opinión pública y además lo hacía con mujeres que con frecuencia no habían tenido acceso a la formación básica, o que se encontraban en situaciones personales, familiares y laborales precarias, haciendo la doble apuesta al trabajar la igualdad en colectivos de mujeres con más dificultades. Y durante décadas esta intervención socioeducativa de profunda transformación social solo era percibida por las personas y familias más allegadas, incluso se contemplaba su labor como menos importante que otras causas feministas más radicales... pero por las aulas y grupos del Colectivo Alaiz pasaron miles de mujeres que aprendieron a valorarse como personas plenas y a pensar de manera crítica, a revisar los roles y las relaciones que mantenían con sus parejas e hijos; que adquirieron conocimientos de historia, literatura y arte, de salud, alimentación y economía doméstica, entre otros muchos; que en ocasiones se atrevieron a retomar estudios reglados (Marsiega) con éxito, crear un grupo de teatro (Aula de Teatro Juslarotxa), fundar asociaciones (Asima, Irati), participar en las apymas o emprender aventuras laborales que nunca habían pensado poder lograr.

Todo esto ha reconocido el premio Berdinna en su segunda edición, sin duda merecido. Pero el Colectivo Alaiz ha sido mucho más. Para empezar estaba formado por un plural y multidisciplinar equipo de profesionales (educadoras y educadores) que impartían materias y temas variados y de un grupo de mujeres (animadoras socioculturales) que habiendo sido alumnas de Alaiz destacaban por su empatía y compromiso social, y a las que se les había facilitado formación en animación socio-cultural y educación de personas adultas, y que se encargaban de dinamizar y acompañar a los grupos en sus procesos formativos, de paso se encargaban de orientar y ayudar a estos educadores en el aula. Y estas dinámicas y procesos educativos donde todas y todos aprendíamos de las otras personas (experiencia de la vida), reflexionábamos colectivamente, creábamos herramientas pedagógicas y tratábamos de llevar nuestro propio proyecto de transformación social, fue un laboratorio permanente de creación de ciudadanía donde las actitudes de respeto hacia los propios compañeros y compañeras y hacia las personas con las que trabajábamos, la adecuación a las necesidades y ritmos de aprendizaje, la escucha activa, la empatía y acompañamiento eran los elementos de identidad que hacían que Alaiz fuese el compromiso social personal por el que apostar. Es decir, había un estilo de hacer compartido.

Durante muchos años las subvenciones e ingresos propios que se generaban, además del mantenimiento de la actividad, servían para formar al voluntariado que colaboraba (educadores/as y animadoras). Alaiz siempre defendió que las personas que colaboraban tenían que tener una excelente formación y se preocupaba muy mucho de ello: las animadoras y algunos educadores debían superar en el CIAC de Madrid el curso anual de Animador Sociocultural. Y eso ha tenido unas consecuencias increíblemente positivas tanto para los profesionales que pasamos por allí como para la sociedad, porque muchos de ellos han sido y son mejores profesionales porque Alaiz les enriqueció, les educó en una mirada sensible y atenta hacia las necesidades de las demás personas, les permitió verificar que a través de la educación popular se puede transformar y mejorar la sociedad y les permitió aprender y entrenarse en metodologías educativas y grupales.

Y la tercera columna de Alaiz fue la dinamización del territorio a través de la animación socio-cultural cuando casi nadie hablada de ella, que le llevó a recorrer gran número de localidades navarras ofreciendo formación y asesoría a asociaciones, grupos y voluntariado de todo tipo, labor que pudo realizar gracias a la ayuda del Negociado de Promoción Sociocultural del Departamento de Educación y Cultura del Gobierno de Navarra. Y Alaiz ha seguido su propia evolución, su propio proceso de reinventarse, destacando en los últimos años su apertura a nuevos retos como el empoderamiento de las mujeres, la formación en capacidades en igualdad de género, la educación en igualdad en las escuelas y fuera de ellas y la capacitación profesional, impulsando proyectos de intervención con mujeres en situación de vulnerabilidad social. Todo ello, con una apertura a nuevas metodologías de enseñanza y aprendizaje mutuo. Alaiz continúa ofreciendo a la sociedad navarra su particular forma de contribuir al progreso social a través de la educación de personas adultas, haciendo siempre una apuesta significativa por las mujeres y por la igualdad.

Zorionak, Colectivo Alaiz, bihotz bihotzetik.

Los autores han sido educadores de Alaiz, 1983-2005