estos días se ha cumplido un aniversario especial: el mítico programa de televisión de los años 80 El hombre y la tierra. De hecho, el primer programa se emitió el 4 de marzo de 1974. Han pasado, por lo tanto, 45 años. La verdad, cómo cambian los tiempos. Ahora los programas míticos son Gran Hermano, Sálvame (pero sálvame de ver ese programa) o magazines de ese estilo. Bueno, todavía permanece Saber y ganar. No está mal, siempre hay una pequeña luz al final del túnel.

El hombre y la tierra, dirigido por Félix Rodríguez de la Fuente, narraba la vida de la fauna de la Península Ibérica. En una época, como la de hoy, en la que se dice que “el hombre es un lobo para el hombre” Félix nos recordó que los lobos tenían unos valores que para sí quisieran los humanos. Por eso, quizás podíamos ajustar la frase y decir aquello de que “el hombre es un hombre para el hombre”.

Esta serie nos inspiró a los jóvenes de aquella época y nos recordó que tenemos compañía (los animales) y un hábitat (la naturaleza). Por desgracia, Félix Rodríguez de la Fuente falleció el 14 de marzo de 1980 en Alaska. Todo el país quedó conmocionado. Hoy, su legado corre el riesgo de perderse y pocos jóvenes le conocen. En unos tiempos en los que además una chica sueca de 16 años llamada Greta Thunberg se ha hecho famosa mundialmente con su valiente defensa sobre el cambio climático, merece la pena recordar nuestro papel en este planeta. No estamos en equilibrio con él.

No se trata sólo del cambio climático, claramente contrastado por los científicos. Incluso Nicholas Stern, autor de un influyente informe hace 20 años, piensa en la actualidad que se ha quedado corto. Hay dos problemas graves más. Uno, la pérdida de biodiversidad. En otras palabras, la extinción de otras formas de vida, animales y vegetales, que nos quita una riqueza biológica que jamás volverá. Dos, la sobreexplotación de los recursos. La huella ecológica de un país indica la cantidad de tierra que se necesita para producir todos los recursos que genera. Por ejemplo, si todos los habitantes de la tierra viviésemos al nivel de los norteamericanos, harían falta cuatro planetas. Demasiados, ¿no? Y para colmo, lugares como Marte o Plutón no están muy cerca que digamos. Y no se trata de ir a vivir allí, se trata de traer recursos de allí. Eso sí: los países más avanzados desde el punto de vista espacial ya lo han hecho, y se han ido un poco más cerca. A la luna. Pero a la cara oculta. Así no les vemos. Aunque existe una razón de fondo más importante: el helio 3. ¿Podremos replicar el funcionamiento del sol aquí? El futuro lo dirá.

Entonces, ¿cómo se explica que no reaccionemos ante estos problemas? ¿Qué lógica tiene? ¿Cómo nuestros dirigentes y nosotros mismos somos tan dejados? Si no comprendemos las razones ocultas que explican el retraso en la búsqueda de soluciones, como punto intermedio para alcanzarlas, no vamos bien.

Primera razón: la consecuencia de nuestros actos no es inmediata. Es parte del comportamiento humano. Es la razón por la que no ahorramos lo que debemos, no nos cuidamos o nos dejamos llevar. Olvidamos que siempre “llega Paco con las rebajas”. Y cuando llega, es tarde. Segunda razón: siempre podemos minimizar nuestra responsabilidad. Si alguien contamina (sea una persona, una fábrica, un país), ¿por qué no voy a hacerlo yo? Nadie quiere ser el tonto del pueblo. En términos técnicos, este problema económico se llama “tragedia de los comunes”. Tercera razón: gran confianza en la tecnología futura. Por ejemplo, están haciendo pruebas para transformar el CO2 en carbón. Pero eso no va a ser mañana. Ayer nos decían que éste iba a ser el siglo del hidrógeno, y nada de eso ha pasado.

Todos queremos vivir en armonía con la naturaleza, pero no deseamos pagar el precio que ello supone. Pues bien, ya vale. Se pueden tomar muchas medidas. Siempre se las pedimos al Estado, siempre nos olvidamos de nosotros mismos. Y el camino adecuado, curiosamente, es el inverso.

Podemos reciclar en casa. Cuando hacemos la compra, podemos consultar cómo se ha fabricado un producto para ver si cumple una serie de valores. Podemos visitar la naturaleza, llevar los niños a ver plantas y animales (así se responsabilizarán en el futuro), pasear al lado de un río o disfrutar de estar en contacto con la vida, no con la pantalla. Podemos inculcar este comportamiento a otros.

Los poderes públicos pueden realizar múltiples regulaciones desde cualquier ámbito, sea municipal, de la comunidad, del Estado o de la Unión Europea. Se puede usar el palo y la zanahoria. Se debe recordar las posibilidades que permite la economía circular.

Sólo así pasaremos de estar en la tierra a estar con ella.

Economía de la Conducta UNED de Tudela