Las elecciones del pasado domingo han dejado un panorama diverso y complejo. Eso en lo que se refiere al Estado, pero fijando el foco en lo más diferencial, como Euskadi, Navarra y Catalunya, aunque se detecten elementos comunes, también existen otros más específicos.

En Euskadi queda clara la hegemonía del PNV, el descalabro de las derechas, con un PP debilitado y Cs y Vox incapaces de tener ninguna representación, y la consolidación de Bildu, a la que la desaparición de ETA y su pragmatismo actual ha sentado muy bien.

La incógnita es si el acuerdo PNV-PSE consolidado en el Gobierno de Vitoria se va a trasladar a los ayuntamientos más importantes, Bilbao, San Sebastián y Vitoria, así como a las tres diputaciones. Por los datos, salvo el caso específico de Álava, todo indica que sí.

Esa experiencia en común beneficia, y mucho, la posibilidad de colaboración estable del PNV con el Gobierno de Pedro Sánchez, aunque, por el contrario, la situación en Navarra podría empeorarla.

Más compleja resulta la situación de Navarra. A la debacle del cuatripartito se le añade la maniobra de Esparza creando Navarra Suma, que se ha demostrado acertada al aumentar en 3 su representación anterior de UPN y PP, más la ola estatal a la que se ha subido el PSN tanto en el Ayuntamiento de Pamplona como en Navarra.

Nadie podía augurar hace apenas unos meses que pudieran sacar 11 parlamentarios y 5 concejales, pero ha ocurrido así.

Ahora se convierten en el epicentro de la política navarra a pesar de haber perdido peso municipal.

La clave está en ese PSN de Pedro Sánchez y tienen dos opciones, o acordar gobierno y ayuntamiento con una Navarra Suma que, recordemos, lleva en su seno a la derecha extrema de PP y Cs, esa que ataca nuestros derechos, o liderar en ambas instituciones una alternativa que cuente con el apoyo del resto de las fuerzas de izquierda y progresistas, incluida Bildu.

Esa nueva Bildu a quien el PSOE debe aprender a mirar así, y no como una Batasuna del pasado ya fallecida. Una Bildu que cada vez más se está convirtiendo en la ERC de aquí, con la que habrá que hablar, acordar y pactar con absoluta normalidad democrática.

Navarra no puede ni debe ir contracorriente, debe mirar lo que está ocurriendo más allá de nuestras fronteras, con pactos entre la derecha extrema y la extrema derecha que nos va a arrebatar comunidades y ayuntamientos, y una situación de mejor relación y colaboración entre las izquierdas.

¿Si el futuro camina en esa dirección lo haremos nosotros en la contraria? No tendría sentido y quebraría una regla de oro de la política; actuar con coherencia con nuestros principios y nuestra ideología.

María Chivite-Pedro Sánchez tienen un reto histórico, pero no deberían olvidar cuando tomen la decisión que muchos de esos 72.000 votantes (32.000 le han venido de Podemos e I-E) han condicionado su apoyo a que cumplan su palabra de que con la derecha extrema ni para heredar.

Por último Catalunya se llena de contradicciones. Los resultados de las europeas nos dan de nuevo un empate técnico entre las opciones independentistas y las que no lo son, lo que indica un peligroso enquistamiento de la situación.

En el panorama de la confrontación en el seno del independentismo mientras que en el aspecto municipal se da una clara victoria de ERC sobre Puigdemont y los suyos, con la guinda de ganar en Barcelona capital, por el contrario, en las elecciones europeas es éste quien se impone con claridad a los primeros.

Esa situación perjudica los intereses del Gobierno de Madrid, que deseaba una victoria definitiva de ERC que acabara con las ambiciones del habitante de Waterloo.

Por otro lado, la recuperación del PSC le permite consolidar su poder municipal en las poblaciones más importantes, especialmente de Barcelona. Así ocurre en Hospitalet, Santa Coloma, Cornellá, Mataró, Esplugas o Granollers, con mayorías absolutas.

Las alcaldesas victoriosas de las dos primeras, Nuria Marín y Nuria Parlón, son ahora las figuras emergentes de un nuevo PSC clave para el devenir de Catalunya.

El panorama político después de este 26-A se diversifica con tres fuerzas repartiéndose el poder y con En Comú Podem a la baja, especialmente después de la posible pérdida de la capital que sólo podría evitar la sorprendente oferta de Valls.

Pero es probable que, una vez pasada la resaca electoral, el futuro nos depare momentos de mayor y mejor colaboración entre las tres fuerzas de la izquierda, ERC, PSC y los comunes, que podría ayudar a deshacer el nudo que ahora atenaza a Catalunya y de algún modo el resto del Estado.

Veremos...

Posdata: Reconozco que ésta es una reflexión a contracorriente, pero a veces se debe romper el tacticismo que nos domina y observar la realidad con altura de miras de manera estratégica.

El autor es exparlamentario y concejal del PSN-PSOE