con frecuencia nos preguntan si un episodio de calor extremo como el que hemos vivido en casi toda Navarra durante los últimos días “tiene que ver o es por el cambio climático”. La respuesta es que de ninguna manera podemos relacionar la ocurrencia de un fenómeno meteorológico aislado (sea una ola de calor o cualquier otro) con el cambio climático. Son fenómenos que sucedían, suceden y sucederán. Tampoco es cierto que esta ola de calor haya sido ni en términos de extensión, ni de duración, la más extrema de las conocidas como hemos podido oír los últimos días en algunos medios de comunicación. Aquí en Navarra ya tuvimos escenarios similares o incluso más intensos que el actual, como aquellos del 6 al 9 de julio de 1982, el de mediados de agosto de 2012, o, muy destacable por su persistencia y extensión a casi toda Europa, el de agosto de 2003. Es importante subrayar que en Aemet consideramos una ola de calor como un conjunto de días consecutivos en los que un número significativo de estaciones superan determinadas temperaturas umbrales calculadas con las series de temperaturas máximas de julio y agosto. Por cierto, las series hacen referencia al periodo 1971-2000 ya que, al igual que hacen otros Servicios Meteorológicos u organismos científicos, se deben tomar 30 años. Nunca hablamos de una ola de calor en un punto o en una comunidad sino que nos referimos a una extensión más grande del territorio. Esta ola de calor ha afectado principalmente al valle del Ebro y otras zonas de Cataluña, Aragón y el interior peninsular así como a una buena parte de la mitad oriental de Francia y otras partes de Centroeuropa. Sin embargo es cierto que para ser principios de verano, en concreto para el mes de junio, nunca habíamos registrado unas temperaturas tan altas en la vertiente mediterránea de Navarra durante 4 días seguidos. Por ejemplo, nuestra estación principal y serie de referencia en Navarra, la del aeropuerto, batió el récord el pasado jueves 27. El anterior récord databa del 25 de junio de 2001 y era de 390C. El jueves 27 se alcanzaron los 40,50C, valor que volvió a superarse el sábado 29, con 41.30C, a sólo una décima de la efeméride absoluta marcada el 10 de agosto de 2012, durante la última gran ola de calor que afectó a toda Navarra. La serie de Pamplona-aeropuerto comienza en 1975 y desde entonces, la estación meteorológica ha estado permanentemente vigilada por observadores meteorológicos profesionales. Por otro lado, los datos y las predicciones para el aeropuerto tienen una enorme importancia de cara a garantizar la seguridad del tráfico aéreo en la capital navarra. Volviendo a los registros históricos para un mes de junio, el pasado sábado, día del pico de la ola de calor, se midieron más de 420 C en zonas de la Ribera del Ebro, Tierra Estella y alrededores de Sangüesa, desde luego valores más propios del norte del continente africano o de Oriente Medio que de nuestras latitudes.

Pero decíamos que las olas de calor históricas han existido y se seguirán produciendo. La clave es como se distribuyen en el tiempo, si ahora se repiten con mayor frecuencia, si se dan de manera más persistente o si alcanzan valores más extremos que antes. Cada vez son más las investigaciones y estudios, principalmente basados en la modelización numérica del clima, que mantienen que la probabilidad de atribución de estos eventos extremos al cambio climático es mayor. Es decir, los fenómenos se producirían igualmente en su ausencia pero el cambio climático favorece las condiciones para que sucedan y por eso se repiten y repetirán más veces que antes. Por ejemplo, hoy sabemos que estadísticamente la probabilidad de ocurrencia de olas de calor en el sur de Europa es 10 veces la probabilidad que había en la era preindustrial. Dicho de otra forma, tal y como recientemente se ha declarado desde el Instituto de Investigación de Efectos Climáticos de Potsdam (Alemania), Europa ha tenido 5 veranos en 15 años que, por su altas temperaturas y siempre hablando estadísticamente, corresponderían a un periodo de 500 años en las condiciones climáticas de hace un siglo. Y parece que este de 2019 puede ser uno más en algunas regiones.

Algunos de esos estudios relacionan la persistencia de ciertos patrones atmosféricos con una mayor probabilidad de que acontezcan fenómenos extremos (las olas de calor serían sólo un tipo de ellos, también lo son las lluvias torrenciales que provocan inundaciones o, aunque resulte paradójico, los eventos de frío extremo en algunas partes del mundo). Gran parte de esos estudios ponen el foco en un proceso denominado “amplificación del Ártico”, por el que esta región del planeta estaría sufriendo un calentamiento mucho mayor que otras zonas del mundo, con la consecuente fusión de los hielos marinos y continentales y también del suelo helado, conocido como permafrost. El propio derretimiento retroalimenta la subida de temperaturas en las latitudes altas del hemisferio norte. Parece que este calentamiento acelerado del Ártico, extensible desde la superficie a casi toda la región de la atmósfera donde se producen los fenómenos meteorológicos y también a algunas capas oceánicas, puede estar induciendo cambios importantes en la circulación general atmosférica y con ello en la trayectoria de las borrascas y anticiclones en las latitudes medias que, en buena medida, condicionan el clima de Navarra y del resto de la península. Sobre esta hipótesis queda mucho por investigar por parte de Servicios Meteorológicos Nacionales como el nuestro, universidades y otros centros de investigación pero sin duda debería ser una prioridad dada la enorme repercusión e incidencia que tiene la meteorología en la mayor parte de nuestras actividades.

El autor es delegado territorial de Aemet en Navarra