La demoledora imagen de cómo en pocas horas se ha ido modificando la particular, fisiognómica visión, de lo que queda del casco antiguo en nuestra villa cebollera de Huarte/Uharte, coincidente con la lectura de un sugerente ensayo del sociólogo Richard Sennett, Construir y habitar, hace que sienta la necesidad de plasmar las siguientes consideraciones en torno a su planificación urbanística. Esta circunstancia, asimismo, se ha visto reforzada por un hecho, como es aquel referido al rechazo corporativo del documento planificador que habría de sustituir al agotado y obsoleto Plan General de Ordenación Urbana, datado en el último tercio del siglo XX, año 1982, siendo acompañado por la promesa de reinicio del procedimiento para comenzar con uno nuevo. Como todo el mundo conoce, un PGOU, en la definición dada por Inés Sánchez de Madariaga, por dar con un ejemplo, consiste en ser “el principal instrumento actual del urbanismo (concretando) el modelo de desarrollo y ordenación de la ciudad durante su periodo de vigencia, definiendo la estructura principal de las grandes infraestructuras y estableciendo unas reglas de control del crecimiento inmobiliario privado” (Introducción al urbanismo, 1999). Lo que deja, en nuestro caso, si no se toman a tiempo medidas de urgencia, un campo abierto a la especulación en torno a las consideradas tres reducidas manchas con las que cuenta el casco antiguo y de las que todavía podemos beneficiarnos, sitas en los tradicionales barrios de Plazaldea, Portalaldea y Ugalaldea (calle Zubiarte y rincón de la iglesia, calle del Portal, con su cierre hacia la plaza de El Ferial, y barrio del Río vertebrado en torno a las calles Ibaialde y de San Esteban). La amenaza (des)constructiva, por no decir directamente destructiva, se cierne en todos y cada uno de ellos.

Haciendo no obstante un poco de historia, habremos de recordar cómo en ambos documentos de planificación, el vigente y el fallido, la cuestión de nuestro casco antiguo merecía las siguientes consideraciones en orden a su puesta en valor, y en línea con la tradicional descripción que ya desde finales del XIX, fuera plasmada en publicaciones como La Avalancha y Revista Bascongada, ambas con ilustración del valenciano, afincado en Iruña-Pamplona, Eduardo Carceller (cfr. Azanza: 2005), adjetivando nuestra población, al menos en ésta última, con el calificativo de “pintoresca”. Más tarde, en 1982, el recordado historiador y antropólogo don Julio Caro Baroja, en su ya clásico estudio sobre la casa navarra, habrá de observar: “Huarte, que en 1366 sólo tenía cinco fuegos (si bien llevados a dieciocho en posterior revisión de dicho censo -cfr. Juan Carrasco Pérez, La población de Navarra en el siglo XIV-), tenía en 1802 noventa y cuatro casas, ocho arruinadas, y 558 habitantes. El proceso de aumento es muy grande, si se compara con lo ocurrido con los otros pueblos del valle, y hoy la proximidad de Pamplona le da nuevas razones para crecer”. Y en esas continuamos estando con cerca, si no ya superados, de siete millares de habitantes. No obstante, hubo de añadir: “En Huarte quedan, sin embargo, algunos restos de casas góticas medievales, y otras de los siglos XVII y XVIII, muchas blasonadas y alguna de tipo palaciano”.

Así, en el primero de ellos, el planeamiento más antiguo del año 1982, vigente en la actualidad, inicialmente de los arquitectos Fernando Redón Huici y Manuel Sagastume Ruiz -que habría de culminarlo en solitario-, favorecía ya por aquel entonces esta sensibilidad plasmando ambos la siguiente crítica valoración: “Después de haber estudiado el casco antiguo, se aprecia que se ha incrustado en él actuaciones modernas sin demasiado orden, ni altura conveniente, ni estilo estético adecuado. Dentro de él no hay dotaciones e infraestructuras que proporcionen calidad de vida. La realidad es que aún de tener muchas posibilidades, no se han aprovechado nunca ni se han tenido en cuenta” (p.357). Reconociendo posteriormente, a una con la valoración del antropólogo, el que: “Huarte posee varios edificios, aparte de los situados en el casco antiguo, de gran interés y belleza (...). Es muy importante el que seamos responsables de la transmisión de nuestro legado histórico. Determinadas construcciones son la prueba mayor que se puede aportar de nuestro pasado y de nuestras raíces y no tenerlas en cuenta, representaría tanto como negar la esencia histórica de Huarte, que es de donde nace el Huarte actual. No tenerlo en cuenta, sería tanto como renegar de nuestro pasado” (p.359).

Por su parte, el equipo de la propuesta recientemente desestimada, compuesto por los arquitectos Gabriel Ros y Patxi Francés, respecto de la misma cuestión realizaba la siguiente consideración: “Lo que podríamos considerar como el casco antiguo de Huarte supone en la actualidad una parte muy pequeña del núcleo, que no obstante, sería bueno tener en cuenta en la redacción de las ordenanzas, para, si el Ayuntamiento lo estima conveniente, tratar de conservar las edificaciones y los espacios que fueron en su día el origen del moderno núcleo urbano que en la actualidad constituye Huarte”. En este sentido, Richar Sennett, autor mencionado al comienzo de este escrito, inicia el ensayo con una destacada afirmación: la de que todo urbanismo debe contar con la planificación formal de la Ville así como con la participación de la Cité. Por un lado, nos dirá, deberemos contar con el medio físico y, por otro, con la mentalidad de sus habitantes y moradores. Observa, además, el cómo históricamente desde sus inicios “la complejidad ambigua establecía el nexo entre los ingenieros-urbanistas de la ville y los escritores-cronistas de la cité”. En nuestro caso, redundando en el tema, se da por añadidura la circunstancia de que la percepción identitaria de aquello que bien pudiera denominarse como el imaginario del lugar, de la Villa, ha hecho sentirnos tradicionalmente como un espacio a caballo entre los mundos rural y urbano, razón añadida para la toma de conciencia por parte de nuestros actuales y futuros gestores sobre la salvaguarda del escaso, ancestral, legado recibido del ayer.

Autor de ‘Encuesta Etnográfica de la villa de Uharte’ (1999 y 2002)