En España, en 2018, el sector agrario aportaba el 11,6 % de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) totales, de las cuales la ganadería aporta casi dos terceras partes de estas emisiones. Es así que la ganadería española apenas aporta el 7,6% de las emisiones GEI de España y el 0,6 % de la Unión Europea, según ha señalado la directora general de Producciones y Mercados Agrarios del Mapa. Datos que no dan para mantener la acusación, como hacen algunos, de ser la producción ganadera la causante del cambio climático.

Ello no quiere decir que no debamos seguir trabajando para mejorar estos números y contribuir de manera activa a los compromisos adquiridos por España en materia de reducción de emisiones. También los relacionados con la calidad de aire.

Pero no olvidemos que la ganadería es un “motor contra el despoblamiento” sea cual sea el sector y el modelo productivo. Las explotaciones de vacuno, ovino y caprino se suelen ubicar en zonas donde la geografía y las condiciones climáticas no permiten el desarrollo de otras actividades, mientras que el porcino y otras actividades ganaderas más intensivas precisan de mano de obra cualificada y generan mayor cantidad de empleo.

No obstante la preocupación medioambiental es una constante en el sector ganadero y que desde los gobiernos (central y autonómicos) se apoyan medidas para lograr actividades productivas más sostenibles. En particular, tenemos la próxima aprobación de la nueva normativa en materia de ordenación de las granjas porcinas, vacunas y avícolas, para mejorar su impacto ambiental, la bioseguridad y el bienestar de los animales. También cabe mencionar los proyectos para favorecer una maquinaria agrícola más eficiente y menos contaminante, o para la nutrición sostenible de los suelos agrarios.

No olvidemos que la “sostenibilidad de la producción agrícola es uno de los aspectos más relevantes de la revisión de la Política Agrícola Común (PAC)” que se está llevando a cabo. Así, está especialmente reflejado en el Plan Estratégico de la nueva PAC.

Remarcamos finalmente que el objetivo es avanzar hacia un modelo agroganadero más respetuoso, si cabe, con el clima y el medio ambiente para contribuir a la atenuación del cambio climático y a la adaptación a sus efectos, así como promover el desarrollo sostenible y la gestión eficiente de recursos naturales (agua, suelo y aire) para preservar la biodiversidad y conservar hábitats y paisajes. Al tiempo que se procura que los ciudadanos puedan disponer de los alimentos necesarios.