Ayer, 21 de octubre, se cumplieron 83 años del sangriento asesinato de 66 hombre sacados de la cárcel de Tafalla en 1936. Se les comunicó que iban a ser llevados a Burgos. La orden la firmaba el general Solchaga, el cual, por otra parte, había prohibido terminantemente se sacase a ningún preso de la cárcel para ser ejecutado tras la ejecución del día 2 de agosto en Muruarte de Reta, donde asesinaron a 9 peralteses presos en la cárcel de Tafalla.

A las 2 de la mañana un numeroso grupo de requetés del Tercio Móvil de Pamplona llegó a la cárcel y leyó la lista de los que iban a ser trasladados. 8 personas en total, el resto ya de UGT, PSOE, CNT, IR y muchos no pertenecían a ningún partido ni sindicato.

Tres días antes se celebró un funeral por el joven Castiella de Tafalla muerto en el Frente. Acudieron en masa varios grupos de la muerte (la novia era de Peralta). Fue a partir de la homilía del sacerdote en dicho funeral, la que caldeó los ánimos de los presentes y, tras el funeral, se trasladaron a la cárcel intentando sacar a los presos y conducirlos a matar.

Al no poder ejecutarlos como pretendían, lo que impidieron los guardas de la cárcel a quienes el general Solchaga había prohibido terminantemente se sacara a ningún preso,

nombraron una comisión, entre ellos personas de Peralta, y al cabo de tres días acudieron nuevamente, ya que por medio del general Astráin consiguieron se rectificaran ciertas normativas, y haciendo ver que les llevaban a Burgos fueron llevados a la Tejería de Monreal, donde fueron ejecutados. Los de Peralta y Berbinzana no lo creyeron e intentaron defenderse.

En dichos pelotones de la muerte había vecinos de Peralta, de Funes, Tafalla, de Berbinzana, Cáseda y de los diferentes pueblos de quienes fueron asesinados.

La familia Castiella de Tafalla se opuso enteramente a dicha decisión, pero no consiguieron que cediesen en su empeño.

Cuando en 1978 fuimos a recoger sus restos, todavía vivía el más pequeño de los dos hermanos Ojer, a quienes obligaron bajo amenaza de muerte que si no bajaban entonces como se les requería y no de día como pidió el hermano más pequeño, que entonces contaba con 16 años, serían enterrados ellos. Su hermano, para más inri, era disminuido psíquico.

El joven enterrador, natural de Monreal, nos contó con pelos y señales cuanto con ellos hicieron aquella noche. Fue espeluznante. Cuando nos lo contaba, lloraba como un niño.

Nos informó de 6 personas más, entre ellas de una maestra de la Normal de Pamplona, estaba encinta y la violaron uno tras otro de cuantos les llevaron a matar. Los hombres asesinados eran de Peralta. Preguntándole si sabía de dónde eran aquellos cinco hombres nos respondió así: “No sé de dónde eran, pero sí que quienes les mataron habían estado también matando a los asesinados el día 21”. (Se pudo constatar perfectamente que aquellas cinco personas efectivamente eran de Peralta).

Y así mismo nos confesó: “Desde aquella noche del 21 de octubre no ha habido un solo día que no recordase cuanto aquí ocurrió, y si ahora me presentaran entre más gente a los matones de aquel día no me equivocaría en señalarles, los tengo siempre en mi mente y de qué manera”.

Conocedores somos de que el golpe de Estado del 36 iba dirigido contra la II República española, constituida por sufragio universal en las urnas. Así mismo sabemos cómo fue en Navarra, donde se le bautizó como “Santa Cruzada. Por Dios y por España”.

Cuantos promovieron, apoyaron y ejecutaron de mil formas y maneras tal masacre lo primero que demostraron fue no tener humanidad. Pero además, promulgándose como defensores de Dios y de la Iglesia, incumplieron todos y cada uno de los mandamientos de la Ley de Dios. Se mató, se robó, se mintió, se violó e incluso hasta el punto de que, al no poder violarlas en vida y asesinarlas después ya que se defendieron con uñas y dientes, las asesinaron y después, en caliente, las violaron, y así mismo lo hicieron en muchas partes a mujeres encintas, les violaron y les provocaron grandes desgarros, y con ello los enterradores, obligados a ello, pudieron comprobar tales desmadres.

¿Era acaso más santo y querido por Dios ir a misa, y muchos de ellos ya con las manos manchadas de sangre? ¿Era más santo asesinar e infligir cuantos tormentos idearon para tratar a quienes no pensaban como ellos? Ya hombres, mujeres o niños, adolescentes o mayores, no importaba. ¿Fue más santo el acudir dos días antes de ser asesinados los de la cárcel de Tafalla, para casar por la Iglesia a dos hombres de Peralta, que estaban casados por lo civil, y ambos con un hijo ya nacido, y dos días después asesinarlos? ¿Tendrá acaso más valor para Dios un edificio construido por el hombre que un ser vivo engendrado en el vientre de una mujer por acción directa de su esposo o compañero y a quien Dios ha dado vida?

Cuando en el 78 realizamos la exhumación de sus restos en Monreal, todavía junto a las caderas de uno de éstos que fueron casados por un sacerdote de Peralta en la cárcel encontramos en un paquetito de periódico, que aún se conservaba, las 12 monedas de plata para las arras necesarias para la ceremonia, las cuales nos consta que fueron proporcionadas por unos y otros de sus compañeros y sirvieron para los dos matrimonios. Ellos eran muy pobres.

Si alguien duda de que en nada cumplieron los mandamientos de la ley de Dios, le insto a leer simplemente las citas siguientes del evangelio: Mateo 5-1 al 13, Mateo 5- del 17al 32. 37,38. Más no solamente todo esto, Jesús, que era sobre todo amor, de nuevo en Mateo 6, del 38 al 45. Jesús jamás apoyó la violencia contra quienes son diferentes a lo que pensemos los demás. Ya en Mateo 23- del 21 al 36 habla claramente de aquellos fariseos e hipócritas de su tiempo. Y aquello se repite por igual.

Un maestro de la Ley le preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? Jesús respondió: “El primero es: escucha Israel: el Señor, Dios nuestro, es el único Señor; y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y todas tus fuerzas. El segundo es este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamientos mayores que estos” (Marcos 12-28-31).