Visitaba el ministro Planas una feria en Extremadura cuando las movilizaciones agrarias fueron recibidas a palos no fuera que Don Luis fuese interpelado por los furiosos productores que estaban a las puertas del recinto ferial. Los televidentes se sentaron a la mesa de la cocina impresionados con las imágenes de la sarta de palos que los policías propinaron a aquellos agricultores que pretendían arrimarse al ministro y compañía para susurrarles al oído las verdades del barquero que no es otra que la falta de rentabilidad que asfixia al actual sector productor, vacía los pueblos y mata toda esperanza para el sector en su conjunto.

Luis pensando que la protesta era un calentón más, algo momentáneo, pensó quizás que sería suficiente con salir por peteneras y así, agarrando el rábano por las hojas, refiriéndose a la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), en su particular minuto de gloría, dijo la frase de oro: "ése no es el problema".

Cuando los agricultores de Extremadura protestaban por los bajos precios de sus productos e incluían en su argumentario la cuestión del SMI, algo por otra parte comprensible para regiones como esa donde la agricultura requiere de mucha mano de obra, Luis, intentando restar importancia al argumento principal, la falta de rentabilidad, y queriendo desenfocar, mediáticamente hablando, la cuestión acabó diciendo aquello de "ése no es el problema".

Cuando los ganaderos escuchan, día sí y día también, los griteríos de los animalistas en contra de la ganadería, insultando a los profesionales, denostando la actividad y colocándolos en la diana mediática como verdaderos delincuentes y cuando, tras la actuación de estos alocados, en vez de una defensa del sector, se encuentran con una administración que se coloca de perfil pero que al mismo tiempo avanza, estruja y asfixia con la legislación de bienestar animal hasta el punto que muchos animales viven mejor que los propios ganaderos, en ese momento escuchan decir al funcionario de marras, las palabritas mágicas: "ése no es el problema".

Cuando agricultores europeos protestan por los acuerdos internacionales y transcontinentales que va firmando la UE para así poder acceder a los mercados industriales, tecnológicos y de servicios de países terceros aún a costa de sacrificar el sector agrario europeo y cuando tras la firma del acuerdo, pomposamente firmado entre flashes y banderas, comienzan a llegar a nuestros puertos los containers de producto proveniente de aquellos otros países, con condiciones laborales y sanitarias inferiores a las europeas , haciéndonos la puñeta en nuestra propia casa, entonces, el comisario europeo de marras, recurre a la frasecita de las pelotas: "ése no es el problema".

Cuando los ganaderos de extensivo, esos que cuidan con mimo los páramos y montañas que conforman el paisaje que todos decimos amar, protestan por la expansión de lobo en tanto en cuanto consideran que la propagación del lobo es incompatible con la práctica ganadera extensiva, el político responsable de Medio Ambiente que siente el aliento de los movimientos ecologistas en el cogote y consciente de que en las áreas urbanas hay más votos que en el rural, ante la angustia de los ganaderos, les intenta calmar argumentando que "ése no es el problema".

Cuando los productores se organizan y hacen el menor intento de llegar a acuerdos para, al menos, establecer un precio mínimo que les permita seguir sobreviviendo y de vez en cuando, hasta soñar con hacer caja, y así poder hacer frente a las draconianas condiciones tanto de oligopolios, cuando no monopolio, de insumos y de la distribución, siempre sale el listo de la Competencia diciendo que éso está prohibido, que va contra la libre competencia y aquello de, Europa no lo permite. Mientras, nuestros productores le recuerdan al Ministerio que lo que aquí no hay cuajo de hacer, lo hacen en Francia con la bendición compartida de su Gobierno y de su Competencia. Entonces, el responsable ministerial del momento se sale por peteneras con aquello de "ése no es el problema".

Cuando los ganaderos, principalmente en zonas de montaña, viven perplejos con una administración que no les deja distribuir en sus tierras el purin, abono orgánico generado por sus animales, y además, escuchan con estupor que los grandes culpables del fenómeno del cambio climático son las vacas mientras comprueban que la gente de las ciudades (y pueblos) viaja sin parar, compra ropa constantemente, adquieren productos por Amazon y comida online que les llega a casa por transporte express, trabaja en industrias altamente contaminantes, en este momento de perplejidad viene la autoridad ambiental que les dice que todos deben arrimar el hombro en la lucha contra el cambio climático, que es más sencillo meter en vereda a miles de débiles que enfrentarse a unos pocos poderosos y remata la faena con "ese no es el problema".

Cuando los productores escuchan a sus clientes y vecinos quejarse por lo caro que están las cosas del comer, que no les da para llegar a fin de mes mientras eligen productos en oferta permanente para sí poder seguir con otros vicios o recurren a platos precocinados, ultraprocesados y comida a domicilio para así poder seguir viendo la tele o jugando a la play, entonces, los productores acceden a la hemeroteca y comprueban que el gasto familiar en alimentación en el año 1954 era del 48,61% mientras hoy en día anda por el 14%. Eso sí, cuando intentando justificar el precio fijado para su producto, le recuerda al consumidor la nula importancia que el consumidor concede a la alimentación, entonces es cuando el consumidor, también pronuncia la frasecica: "ese no es el problema".

Expuesto lo expuesto y visto lo visto, me pregunto, ¿cuál es problema? y rizando el rizo, ¿no será que el problema son ustedes?