ada vez hay más expertos que conocen cuáles son las medidas adecuadas para contener la expansión del maldito bichito. Solo falla un pequeño detalle: las diferencias en el enfoque son enormes. Para unos el confinamiento es excesivo, para otros es necesario. Unos dicen que está bien parar la actividad no esencial, otros dicen que es un disparate. Unos dicen que es adecuado no poder salir a pasear, otros dicen que es lo más seguro. Unos dicen que está muy bien que Google controle nuestros movimientos (ya hasta manda avisos para que las personas más revoltosas se queden, de una vez, en casa), otros dicen que al final van a controlar hasta nuestras emociones. En este caso, merece la pena resaltar una hipótesis propuesta por el israelí Yuval Noah Harari. Nos podrían poner una pulsera para saber cuáles son nuestros movimientos. Sí, eso es correcto. Sin embargo, dicha pulsera puede detectar nuestras sensaciones cuando oímos un discurso político o paseamos por un centro comercial. En otras palabras: ¡el Gobierno podría deducir incluso nuestro voto!

Todo esto expone una idea muy sencilla: seguimos sin tener claro a lo que nos enfrentamos. Cada país prueba mecanismos diferentes aunque se va alcanzando cierta convergencia. Es un método muy antiguo: se llama prueba y error.

Es lógico priorizar la salud a la economía, es lógico que el Estado ayude a todas las personas con problemas. Pero como los recursos son limitados, se debe elegir. Para elegir, se debe tener la mejor información posible. Y para ello es fundamental el fondo (estadísticas, números) y la forma (sencilla y concisa). Es mejor ser claro durante diez minutos al día que meter un discurso infumable de setenta minutos a la semana.

No obstante, existe un problema de confianza: muchos ciudadanos no se fían de estos mensajes. Eso indica que nuestras democracias todavía no han madurado. La rendición de cuentas en el caso de ocultar datos relevantes, mentir o realizar actividades corruptas debería ser más dura y estricta. Sin embargo, personas como Juan Carlos Monedero o Cristina Cifuentes son invitados a los platós televisivos a dar su versión de la realidad, cuando su historial no es muy limpio que digamos. ¿Cómo puede ser?

Un aspecto marginado es el tema de la cadena de suministro. Muchos agricultores tienen dificultades para poder coger su cosecha. Es muy complicado llevar a 50 personas a trabajar al campo de una en una. Sí, los sanitarios son los que tienen prioridad para adquirir los EPI (equipos de protección individual). Pero dejar recursos alimenticios tirados es un desperdicio que no nos podemos permitir, y más aún cuando toda esta historia hace que el desplazamiento de bienes y servicios sea más complicado. ¿Existe algún plan para eso? ¿Se puede crear un mecanismo de incentivos para evitar estas posibles pérdidas? Insisto: no podemos olvidarlo. Los agricultores deben realizar su trabajo con la mayor seguridad posible.

A nivel europeo, está el tema de la parálisis política. El Gobierno español pide la emisión de los ya famosos coronavirus, pero debemos entender a Europa. Tienen razones para estar resentidos debido al enorme despilfarro realizado en los años precedentes, con amplios desvíos del déficit público. Eso sí, también es verdad que las ventajas fiscales del norte les reportan 25.000 millones de euros provenientes del sur. Holanda no es tan ejemplar. En fin, hay que contarlo todo.

Si tal y como sugieren muchos estudios, la deuda pública sube al 130% del PIB, lo que va a ocurrir es sencillo; un rescate encubierto. La Unión Europea va a liberar más de un billón y medio de euros. Y subiendo. Está claro que España tendrá una gran cantidad de este dinero y que Europa va a ayudar: no hay otro camino. El proyecto conjunto está en juego. La cuestión ahora será saber la labor que ocuparán los hombres de negro en el control de las cuentas públicas futuras. Eso sí, no puede ser que las cosas del palacio vayan tan despacio.

Además de todo lo anterior, otra opción adicional (Gran Bretaña) sería la compra por parte del BCE (Banco Central Europeo) de bonos emitidos por países que necesitan financiar la ingente ayuda social que va a necesitar su población. Los intereses deberían ser negativos para aliviar la carga fiscal.

Sigue siendo urgente la adquisición o elaboración de EPI para poder ayudar a las personas a volver a la vida normal, cosa que ocurrirá muy lentamente. ¿Existe algún plan para que empresas privadas puedan realizar esta labor? ¿Cómo se les va a recompensar?

Por último, es difícil valorar las medidas a tomar cuando todo termine. ¿Aventuramos alguna?

Ajustes de la Seguridad Social: más tiempo de cotización, recorte de algunas pensiones. Valoración de la renta básica. Reevaluación de los gastos del Estado. Ampliación del presupuesto sanitario. Mayor control tecnológico. Aumento de la digitalización de la economía. Nuevos mecanismos de gobernanza global. Restricción a las ventas de pangolín en los mercados chinos.

Bienvenidos al futuro.

El autor es autor de 'Ideas de Economía de la Conducta' (Behavior & Law)