n este periodo de confinamiento para combatir los contagios por coronavirus, las mujeres hemos necesitado más del doble de intervenciones de ayuda psicosocial y psiquiátrica que los hombres (70%/30%). ¿Será que somos más débiles mentalmente, el sexo débil que titulaba una famosa telenovela mexicana? Evidentemente no. El virus no entiende ni de sexo ni de género. Somos nosotras quienes, en general, estamos asumiendo la mayor carga psicológica durante la crisis sanitaria Asumimos la mayor carga en el hogar, ejerciendo la imprescindible labor de cuidar y atender las necesidades de los hijos, las hijas, las personas adultas y mayores. Algo que tradicionalmente es así, y no porque así deba ser ni porque tenga que seguir siendo más así en esta dura situación.

Estamos orgullosas de nuestra gran capacidad y para cuidar y proteger a los y las demás, así lo hemos demostrado a lo largo de la historia en guerras y desastres. Nosotras no queremos dejar de ser como somos, no queremos renunciar a nuestra enorme capacidad para los cuidados, nosotras necesitamos, la sociedad necesita que ellos aprendan y asuman las mismas responsabilidades.

Según el último informe elaborado por Oxfam Intermón, las mujeres realizan más de tres cuartas partes del trabajo de cuidados no remunerados, y aquellas ocupaciones remuneradas que cobran especial importancia en crisis sanitarias también son empleos feminizados. Para muestra, un gran botón, nos cuidan y protegen a todos y a todas un 86% de enfermeras y un 14% de enfermeros.

No es de extrañar que seamos más infectadas que los hombres, tampoco es de extrañar que el virus mate a más hombres que a mujeres que llevamos una vida más saludable.

Investigadores e investigadoras indican que "entender cómo los brotes de enfermedades afectan de manera diferente a hombres y mujeres es fundamental para desarrollar políticas de intervención equitativas e igualitarias". La cuestión fundamental es que la discriminación sexual prevalece sobre todas las demás formas de desigualdad social y sin ninguna determina nuestra existencia.

Esta crisis sanitaria, social, laboral, económica, industrial€ nos afecta y afectará más a nosotras si no somos capaces de cambiar un sistema que nos prevé más paganas de sus costes. Las mujeres nacemos y sobrevivimos en un sistema capitalista, por lo tanto, patriarcal. La cruda realidad es que, a pesar de los avances conseguidos por la lucha feminista hacia la igualdad, padecemos una desventaja social de partida. De nosotras se espera que asumamos las reglas masculinas que nos colocan en un papel secundario, por otro lado principal como servidoras y sirvientas para que quienes tienen el poder dentro del sistema económico lo sigan teniendo.

Nosotras hemos sido capaces de situar la desigualdad en la agenda política y hemos conseguido avances sustanciales. Sin embargo, es fundamental que comprendamos que la desigualdad de género se enmarca en el contexto de un sistema capitalista que se basa, apoya en esta desigualdad ya que requiere de la existencia de disparidades para subsistir. Comprender esto allana el camino para lograr transformaciones reales.

Nosotras sabemos que otro orden social basado en la justica social, la igualdad y la cooperación es posible. Las mujeres de IUN-NEB asumimos el compromiso de seguir trabajando y avanzando para cambiar el modelo capitalista que durante años ha utilizado y sacrificado particularmente a las mujeres para subsistir.

Nada cambia si nada cambia.

Firman este artículo: Carmen Rubalcaba San Pedro(Coordinadora del área de mujer de IUN-NEB), Isabel Burbano Sánchez(Responsable del área de mujer EPK) y Marisa De Simón Caballero(Miembro del área de mujer de IUN-NEB)