pesar de rebrotes y actitudes irresponsables que amenazan con traernos un otoño complicado, podemos ver ya con cierta perspectiva lo ocurrido desde el estallido de la pandemia y las consecuencias del covid-19. Un virus desconocido y muy letal que ha tenido la "osadía" de atacar nuestro blindado (no para todos) primer mundo. Se decía que afectaba a todas las capas sociales -qué cabrón y democrático virus a nivel de contagio- pero la palma del devastador impacto social y económico se lo llevan los más pobres y vulnerables (como siempre).

El virus provocó en España un estado de alarma y un confinamiento domiciliario que acabó durando tres meses, un paisaje post-apocalíptico, una irrealidad de pueblos y ciudades vacíos, silenciosos, tristes... sin vida. La población, en general, se sumergió en un estado anímico de miedo, que se reforzaba con una cascada diaria de informaciones e incluso con fiascos comunicativos gubernamentales de primera magnitud. Un ejemplo fue aquella aparición en rueda de prensa, de un señor uniformado que decía, "esto es una guerra y todos somos soldados". Una intervención que no tranquilizó ni a los 47 millones de personas que trataban de hacerse al confinamiento, ni a los parados y afectados por los ERTE, ni a los millones de niños asustados en casa sin cole y sin entender nada, ni a las familias que veían con desconsuelo y dolor infinito la muerte de sus seres queridos sin poder darles un abrazo y un hasta siempre.

Todas las medidas gubernamentales se anunciaban con la coletilla "según aconsejan los expertos". Con tal argumento de autoridad, cualquier opinión no oficial -incluso que simplemente matizase o propusiese alternativas- era considerada carente de rigor científico y una amenaza social. Aquí quizás encaja aquello de que un camello no es más que un caballo diseñado por un comité de expertos. El caso es que el resto de opciones mentales quedaban recluidas en la espiral del silencio, acalladas por la masa, y daba lo mismo que planteasen un "modelo sueco" (¿por qué no razonable, o al menos estudiable?), o que hablasen de conspiraciones mundiales con "microchís".

Mientras tanto seguían ocurriendo cosas. Por ejemplo, que el sistema sanitario se volcaba con el covid-19 mientras muchas especialidades reducían su actividad al mínimo, mientras muchos pacientes con patologías distintas no iban al médico, o tardaban demasiado en ir. Esto, que resaltan los profesionales desde la sanidad pública y privada, tuve ocasión de comprobarlo en primera persona a mitades de mayo. Ingresado en la Unidad de Coronarias del CHN (hago constar, una vez más el trato exquisito tanto a nivel profesional como humano), recibía de sus profesionales estos datos: habían pasado de atender una media de un infarto diario ("si hoy no hay, mañana dos") a haber atendido, en los 30 días anteriores, a solo 10 pacientes con infarto. El resto habría considerado más peligroso acudir al hospital que sus propias dolencias. Y lo mismo ocurría con el resto de patologías, y con revisiones, consultas, pruebas diagnósticas etc. Sumen a ello confinamiento, cambio de hábitos, la acción del propio virus, estrés€ y tenemos como resultado un serio problema de salud pública. Espero que con una perspectiva razonable en el tiempo, nos den una valoración sanitaria global de la pandemia, que incluya cifras y porqués de todo tipo de incidencias.

Al tiempo que nuestra salud en todas sus variantes se resentía, aunque tratásemos de protegerla, se dañaba también en lo económico. En Navarra, la EPA del primer trimestre, nos ha dado la mayor destrucción de empleo de la Historia. El informe Análisis y perspectivas 2020 de la Fundación Foessa, presentado el pasado 25 de junio, alerta de que la pandemia ha anulado en solo dos meses el efecto de la recuperación y hemos vuelto a cifras del peor momento de la última crisis (aquella de 2008, la de los Lehman Brothers y compañía). A la vista están, en nuestras ciudades, las nuevas "colas del hambre", con las ONGS, Bancos de Alimentos, grupos vecinales sirviendo y ayudando en silencio, solidaridades familiares y anónimas sin número trabajando a destajo... en estos menesteres no se oyen aplausos. Ahora toca ver si las medidas implantadas (como el Ingreso Mínimo Vital) son adecuadas, dándoles el imprescindible tiempo. Esperemos para comprobar si hemos sido capaces que nadie quede atrás.

Imprescindible para esa recuperación que anhelamos, incidir con todo el énfasis y medidas necesarias dejando de marear la perdiz y entrando a fondo en la cuestión, que no es otra que el cuidado y conservación de nuestro planeta, porque no se ha hecho la necesaria docencia y divulgación, sobre la pérdida de la biodiversidad como catalizador de la expansión mundial de virus y enfermedades infecciosas. Esto ya se había constatado en 2010, en un artículo publicado en la revista Nature, de las universidades de Princeton y Cornell y del Bard College (Nueva York), y lo señala también el experto virólogo Fernando Valladares, para quien no sólo la biodiversidad nos protege del virus, también lo hacen, en general, los ecosistemas estables y funcionales. Ojalá para este necesario impulso verde también funcione aquella coletilla de "según aconsejan los expertos".

Porque esos expertos han sido, se supone, los que han guiado a los gobiernos de cada país, y en la mayoría, proponiendo aislamiento social o confinamiento. A la vista queda la dificultad para buscar el equilibrio entre la protección de la salud y la protección de la economía. Hubo otros expertos que consideraron más rentable económicamente invertir los recursos en atender los contagiados que en tratar de evitarlos, y aún más, plantearon que tener más hospitales y recursos sanitarios sería más barato que paralizar gran parte de la actividad económica. Hablar a toro pasado es fácil y cobarde, salvo para aprender de los errores, cada cual juzgará, pero está claro que ha habido varios modelos, y como decimos por aquí -al prensar se verá el mosto-.

Ya sabíamos porque cada año se repite, que nuestros mayores son los más afectados a nivel de gravedad y muerte en las temporadas de gripe, como lo han sido en esta pandemia. Sabíamos que en la gripe 2017/2018, según datos del Instituto Carlos III, se contagiaron 752.000 personas, 52.000 requirieron hospitalización, 3.000 pasaron por la UCI y fallecieron 15.000 personas, "existiendo vacuna y tratamiento" para -insisto, la gripe-. No recuerdo estado de alarma alguno, y poco interés mediático. Ahora con el covid-19, la reacción ha sido descomunal a todos los niveles. ¿Por qué? Pues porque ahora nos ha tocado al primer mundo a nosotros y se nos olvida que gran parte de la población del llamado tercer mundo, desde que nace, vive con una o varias pandemias: VIH, cólera, sarampión, malaria, tuberculosis, las gripes estacionarias ocasionan más de 600.000 fallecidos etcétera. ACNUR nos dice que 800 millones de personas pasan hambre en el mundo. Ningún país ha cerrado sus fronteras (ni tampoco las ha abierto) para evitar esas muertes€ las muertes de "ellos".

Una última reflexión, quizá ahora que se afirma necesario cambiar conceptos, valores, prioridades a todos los niveles; social, económico y de cuidado de nuestra Madre Tierra, debemos hacerlo consiguiendo que todo el planeta se sume a esta transformación, y que "ellos" y "nosotros" formemos de verdad parte de un "todos".