l 23 de marzo de 2020 decidí confinarme junto con otras 14 personas trabajadoras y con 70 personas mayores de la Residencia San Jerónimo de Estella. Ha pasado un año, 365 días en los que ha habido restricciones, miedo, inseguridad, tristeza, agonía, soledad, impotencia, visitas entre cristales, mascarillas de todos los tipos (higiénicas, quirúrgicas y FFP2) y también esperanza. Esperanza de cerrar los ojos y pensar que esto no estaba sucediendo, que esto no era real. Pero abrirlos y tener la necesidad de encontrar algo a lo que agarrarte para continuar.

Hay que vivir en un centro residencial para entender el dolor (en muchos casos en silencio) que han llevado las personas residentes durante este año. ¿Podré volver a salir? Con miedo y resignación, me preguntaba un residente en octubre, consciente de que la vela de su vida se derrite cada día que pasa. Por aquel entonces eran muchas las dudas entorno a la vacuna y la respuesta fue sincera, informativa y esperanzadora. Hace unas semanas, sonriente, este residente de 99 años de edad me agradecía haberle tendido la mano para agarrarse a seguir luchando. Desubicado, no entendía que hubiera hecho nada así, y él me recordó que aquella respuesta entre sonrisas, en mitad de un pasillo, le dio fuerzas para no perder la esperanza de volver a recorrer su anhelada Estella.

El 2020 fue un año de cambio continuo, de adaptarnos cada semana a lo que iba viniendo. Confinamiento, nuevos protocolos, creación de 3 sectores, otra vez nuevos protocolos, realizar obras para aumentar a 5 sectores, trabajo en unidades de convivencia, cambios en los turnos de personal, cambio de protocolos, cambios, cambios y más cambios. Sin duda, la predisposición de las personas residentes y sus familias ha sido un punto clave para poder realizar todas estas actuaciones que han servido para que en la Residencia San Jerónimo no hubiera entrado la covid-19. Han sufrido mucho, siguen sufriendo con las restricciones, pero siempre están dispuestas a regalar una sonrisa de agradecimiento y complicidad. Y es que esta generación de personas cada día nos regala enseñanzas con las que crecer como personas.

Hemos logrado el objetivo principal, que las personas residentes no se contagiaran. Esto no podía ser posible sin la capacidad de adaptación y flexibilidad de las personas trabajadoras. 45 profesionales que han demostrado con creces la vocación, la solidaridad y las ganas de proporcionar una mejor calidad de vida a las personas residentes, fomentando su autonomía personal y su dignidad. Ellas fueron capaces de dar un paso al frente y dejar a sus familias en el momento de más incertidumbre que nos ha tocado vivir. Otras estuvieron en sus casas, cuidándose, para acompañar a quien más lo necesitaba (un esfuerzo que no ha tenido la repercusión que tuvo el confinamiento, pero que sin duda lo llevaron de manera ejemplar). Todas ellas han sabido entender el nuevo modelo de atención centrada en la persona, tratando a cada persona de forma única, respetando sus intereses y preferencias. Ellas sacan cada día lo mejor para demostrar a todo un país que se puede acompañar, cuidar y atender a personas mayores desde la humanidad. Sin duda, cada una de las personas que forman San Jerónimo han contribuido a conseguir ese ansiado cero contagios que en marzo de 2020 nos angustiaba.

En abril de 2020 soñaba y confiaba en que esta pandemia nos iba a transformar en una sociedad más tolerante, más solidaria, más unida, más humana. No me hicieron falta más que unas semanas después para desengañarme y darme un golpe de realidad: la envidia, el yoismo y el sálvese quien pueda se palpa en una sociedad en la que cada mañana nos seguimos levantando con más de un centenar de fallecidos por covid-19.

Más de un 40% de las muertes por covid-19 se han vivido en centros de personas mayores. Y es que las residencias son hogares donde viven muchas personas, no somos recursos sanitarios dedicados a batallar contra una pandemia. Las residencias hemos sido el objeto de muchas críticas, pero actuamos como pudimos, nos vimos indefensos. No había EPI, no había información clara, solo vocación, trabajo y un esfuerzo de equipos de profesionales que han sufrido el miedo, la ansiedad de introducir el virus de forma involuntaria en el centro, el sentimiento de culpabilidad, la tristeza por los fallecimientos de las personas residentes... Y es que la pandemia ha ido por delante de las administraciones y de las actuaciones en las residencias. Soy consciente de que las familias han sufrido mucho durante este año y nada puede devolver el contacto perdido con su familiar. Creo que en este sector todavía no hemos hecho autocrítica. El buen hacer, la predisposición y la vocación son importantes para el día a día de un centro residencial, pero ha resultado insuficiente. 29.457 muertes en centros residenciales, sin consuelo para sus familias. Por ello tenemos que revisar las cosas que se han hecho bien en este sector y las que no hemos estado a la altura, tenemos que proporcionar una atención centrada en la persona, y a la vez ser capaces de establecer medidas rápidas, flexibles y efectivas que desde la empatía protejan a las personas mayores de situaciones tan duras como las vividas.

Este mes se ha puesto la primera piedra para el cambio con la aprobación del Decreto Foral de Autorizaciones que, sin duda, va a suponer un antes y un después en los servicios y recursos para las personas. Un decreto foral que aporta dignidad y fomenta la autonomía personal. Es un avance importante para lograr implantar la Atención Centrada en la Persona en los centros residenciales. Además, las residencias hemos visto avances significativos con la creación de la Unidad Sociosanitaria, donde se coordinan ambos departamentos (Derechos Sociales y Salud) y ofrecen respuestas rápidas y eficientes a las diferentes problemáticas que van surgiendo en los centros. Estas cuestiones van a ser muy importantes para el sector en los próximos años, pero sin duda queda un gran trabajo por hacer, ya que es necesario seguir profesionalizando y estabilizando el sector, y para ello debemos tener un Convenio Colectivo Navarro de servicios de atención a las personas mayores que reconozca y ponga en valor el gran trabajo que hacen las distintas plantillas profesionales. Y para ello será necesario una mayor inyección de partidas en este sector, que tanto vamos a sufrir las consecuencias de la covid-19 en los próximos años.

El autor es director de la Residencia San Jerónimo de Estella