l Sahara Occidental es uno de los territorios más escasamente poblados del mundo. Los saharauis son el principal grupo de población del Sahara Occidental. Se trata de un grupo étnico nómada o beduino que habla el dialecto hassaniya del árabe, también hablado en gran parte de Mauritania. Son de ascendencia mixta árabe-bereber-africana, aunque muchos afirman con razón ser descendientes de los Beni Hassan, una tribu árabe que emigró a través del desierto en el siglo XI.

Los saharauis se diferencian de sus vecinos por sus diferentes afiliaciones tribales, su propio sistema sociopolítico y por las consecuencias de su exposición a la dominación colonial española desde el siglo XV, que ha sido siempre contestada. Los territorios circundantes se han encontrado generalmente bajo el dominio colonial francés, que han tenido sus propios sistemas diferenciados de los saharauis, como el Reino de Marruecos o los emiratos en Mauritania.

Ya recientemente, el pueblo saharaui manifestó una gran agitación social y política en 1975 cuando la guerra obligó a parte de la población a establecerse en los campos de refugiados de Tinduf (Argelia), donde permanecen hasta ahora en uno de los desiertos más inhóspitos del mundo en una situación de emergencia humanitaria. Muchas familias se separaron por la disputa, porque otra parte importante de su población habita en el territorio del Sáhara Occidental, ocupado ilegalmente por Marruecos desde 1975, zona en la que sufren constantes vulneraciones de sus derechos como humanos.

Después de años de guerra contra Marruecos y Mauritania, el pueblo saharaui apostó por la vía pacífica con los Acuerdos de Paz de 1991 firmados con Marruecos bajo los auspicios de la ONU, al objeto de llegar a una solución justa al conflicto del Sáhara Occidental, basada en el derecho de autodeterminación a través de un referéndum. A pesar de soportar las peores y más difíciles condiciones, tanto en el exilio como en los territorios ocupados, el pueblo saharaui decidió confiar en la ONU, en la comunidad internacional, en los enviados especiales y en la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental (MINURSO), entre otras entidades internacionales.

Sin embargo, tras 30 años de espera, con decepción y cansancio, hay que constatar que ni la ONU ni la comunidad internacional han cumplido su misión de solucionar el conflicto en el Sáhara Occidental, en lo que constituye un sonoro fracaso de una organización multilateral que debe recuperar su pulso y sus objetivos fundacionales. Son ya 45 años desde que España entregó al pueblo saharaui a Marruecos. Se han sucedido 6 secretarios generales de la ONU, 4 enviados personales, 100 informes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, otros 100 informes de distintos secretarios generales de la ONU y la situación del pueblo saharaui sigue siendo la misma que en 1975. Es un estado inasumible, que no podemos y no vamos a dejar en el olvido.

El pasado 13 de noviembre en la zona de distensión de Guerguerat, cerca de la frontera con Mauritania, se produjo una situación de conflicto armado que nos ha producido una profunda preocupación. Los saharauis acusan a Marruecos de haber roto el alto el fuego. La ONU, sorprendentemente, calla.

Ante esta circunstancia, el Senado, a iniciativa y propuesta del Grupo Vasco, y con la mera excepción de Vox, aprobó por unanimidad el pasado 10 de marzo una moción consensuada en la que tratamos de hacer una aportación de cara a solucionar este conflicto. El PSOE, el PP, ERC, EH Bildu, los integrantes del Grupo Izquierda Confederal (Adelante Andalucía, Més per Mallorca, Más Madrid, Compromis, Geroa Bai y Catalunya en Comú Podem), Junts Per Catalunya, Coalición Canaria-Partido Nacionalista Canario, Teruel Existe, Partido Regionalista de Cantabria, Partido Aragonés, la Agrupación Socialista de la Gomera y Unión del Pueblo Navarro, además del PNV, aprobamos un texto que muestra la visión, la responsabilidad y el compromiso de todos de aportar claridad y, sobre todo, reiterar diversas pautas políticas ya conocidas, pero desgraciadamente no aplicadas, para solucionar este conflicto político que dura ya demasiado tiempo de manera injustificada.

Han pasado más de cuatro décadas sin que la comunidad internacional haya cumplido su deber de mediación y solución para el último territorio africano aún pendiente de descolonización. El proceso de descolonización del Sáhara Occidental sigue sin haber concluido.

El status quo actual es inaceptable. Renovamos nuestro apoyo a la ONU pero, al mismo tiempo, le decimos que es esencial realizar progresos concretos bajo una hoja de ruta efectiva y urgente, y con compromisos y plazos claros y concretos. Es su misión y trabajo, que están perfectamente tasados. Porque, entre otras cosas, se trata de un territorio no autónomo bajo el control de la Naciones Unidas, conforme al Derecho Internacional y a la Carta y a las resoluciones de la ONU.

A lo largo de estas décadas, la dejadez de la comunidad internacional ha jugado en favor del más fuerte. El conflicto saharaui está poniendo a prueba la viabilidad de un multilateralismo democrático eficaz. La comunidad internacional requiere de visión y compromiso para fortalecer las organizaciones multilaterales como la ONU, cimentadas en derechos fundamentales, para que, al amparo y la vigencia de los principios democráticos, el respeto mutuo, la paz, los Derechos Humanos y la cooperación en beneficio de todos prevalezcan sobre la fuerza de los más poderosos.

En este panorama, para mí, resulta necesario también mejorar la situación de los Derechos Humanos en el Sáhara Occidental, teniendo presentes las obligaciones de todos en virtud del Derecho Internacional.

Las constantes penurias que padecen los refugiados saharauis y su dependencia de la asistencia y ayuda externa para cubrir de manera adecuada sus necesidades básicas y evitar la reducción de las raciones alimentarias también nos interpela. Parece evidente que existe una insuficiencia de los fondos destinados a los refugiados de Tinduf y resulta muy preocupante los riesgos que conlleva la reducción de la seguridad alimentaria.

Los esfuerzos de las diferentes Administraciones en el apoyo solidario y humanitario y, sobre todo, la implicación solidaria de la sociedad civil con sus asociaciones, federaciones y colectivos solidarios y sociales en su permanente sensibilidad y compromiso con la ayuda solidaria para con el pueblo saharaui, son ejemplares y encomiables. Las caravanas solidarias con ayuda humanitaria o el programa Vacaciones en paz, que en Euskadi conocemos muy bien, son un máximo exponente de todo ello.

Estoy convencido de que la solución política basada en el derecho de autodeterminación y un referéndum constituye el único camino para encontrar una solución política justa, duradera y mutuamente aceptada. Es el factor de equilibrio y de estabilidad en la región, que es de vital importancia para el Mediterráneo, para el Estado español y para la propia Europa. Resulta imprescindible que, mirando al futuro, las relaciones en la zona se basen en el respeto y el reconocimiento mutuos, y en una colaboración tanto bilateral como multilateral. Y que todos respetemos la estabilidad de Marruecos (sin que ello suponga menoscabo de los legítimos derechos del pueblo saharaui), la estabilidad del pueblo saharaui (que tiene derecho a la esperanza de vivir y existir en paz y libertad con sus vecinos) y de la propia región (que necesita cooperación, seguridad y desarrollo económico y social).

Como lo hicimos en Europa tras la Segunda Guerra Mundial, aquí también es imprescindible modificar de raíz el paradigma y pasar de una lógica del enfrentamiento y de la rivalidad entre los pueblos a otra radicalmente opuesta basada en la colaboración y la cooperación que redunde en el beneficio de toda la región en términos de paz, derechos humanos, estabilidad, seguridad y progreso económico y social. Contribuyamos responsablemente a todo ello. El autor es senador de EAJ/PNV

Tras 30 años de espera, hay que constatar que ni la ONU ni la comunidad internacional han cumplido su misión de solucionar el conflicto en el Sáhara Occidental