i hay un elemento urbano, estudiado en todas las facultades de arquitectura y urbanismo, que se considera el gran espacio de relación, es el ágora que evolucionó a la plaza. La plaza es el lugar de encuentro, de hacer relaciones, un lugar para la conversación, la reivindicación, un espacio escénico de primera índole.

Vivimos en una zona donde la plaza está presente en todos los pueblos, en todas las ciudades. La plaza ha sido y sigue siendo el gran salón de estar de la comunidad. Si hay algo que celebrar, una boda o un funeral, un homenaje... se elige la plaza. Si hay que hacer una concentración de apoyo o de repulsa, se queda en la plaza. Si hay que montar una fiesta o un teatro de calle, se hace en la plaza. La plaza es ese espacio comunitario que toda la ciudadanía considera como suyo, donde se va, se queda, se acude, porque allí pasan cosas, porque allí te encuentras con los demás.

Tenemos ejemplos de plazas maravillosas en nuestra tierra, pero les voy a hablar de la plaza en la que vivo, la plaza de Huarte/Uharte. Estéticamente no es gran cosa, pero espacialmente es muy potente porque en ella concurren las dotaciones más relevantes del pueblo, el Ayuntamiento, la iglesia, la casa de cultura, el centro de jubilados/as, el frontón, además de unas cuantas viviendas, un par de bares cafeterías muy dinámicos y alguna tienda. Tiene además en su configuración un recorrido completo de porches y pérgolas, una protección tanto en verano como en invierno, que facilita que la gente se quede, se detenga. En esta plaza se cruzan los que van a misa con los que salen del frontón, la gente mayor que entra y sale de su centro con los niños y niñas que corretean por la plaza, la juventud que se encuentra en las terrazas de los bares con los padres y madres que en corros vigilan a sus pequeños o esperan que salgan de alguna actividad cultural..., y de vez en cuando hace presencia toda la corporación municipal que sale del Pleno. Ahí confluyen todas las generaciones y estatus sociales, el espacio plaza nos relaciona sin darnos cuenta, lo que facilita la convivencia y la comunicación. Eso no se da en un parque abierto, que más bien dispersa, ni en una calle por mucho que sea comercial, ya que no deja de ser de tránsito. En la plaza, uno/a se para, se detiene y se habla.

No me cabe la menor duda de que no hay mejor espacio para la relación que las plazas, si hasta los grandes centros comerciales simulan tener una plaza central para retener a la gente, al cliente consumidor. Entonces, ¿por qué no se hacen plazas en las nuevas urbanizaciones, en los nuevos barrios? No existen plazas en los nuevos barrios creados alrededor de la ciudad (salvo honrosas excepciones, claro está), se les ha usurpado un espacio central de relación. Sí que tienen sus parques, grandes zonas verdes donde la gente pasea o juega, y esporádicamente ves que algunos crean pequeños corros, pero sin conexión con los que por allí pasan, porque sobre todo en los parques se pasea, no hay protección física, por lo que estás a merced del tiempo y por estos lares las inclemencias suelen ser bastante radicales. En algunos barrios (pensemos que son pequeñas ciudades o pueblos en sí mismos) al menos se diseñaron, con la idea de que quedaban espacios internos, grandes patios creados en el vacío entre bloques que se han habilitado como plazuelas o jardines de uso colectivo, no solo para los propietarios cercanos, sino para toda la colectividad.

El colmo del despropósito es el modelo urbanístico que se está creando en el nuevo barrio de Lezkairu, además de carecer de una plaza céntrica, se ha procedido a la privatización del espacio público. El espacio urbano resultante entre las manzanas de viviendas se ha cerrado con verjas, siendo el acceso restringido a los vecinos de esos bloques. Se nos quita espacio público por donde caminar, por donde estar, para que quede como un jardín privado, con control de acceso y exclusivo. Parece que estamos trayendo el modelo de las urbanizaciones de apartamentos costeros a nuestra ciudad, solo les falta la piscina. En vez de abrirnos y compartir, nos encerramos cada vez más.

En la ordenación de los nuevos barrios, las calles no están dimensionadas para el peatón, se dimensionan para el coche, porque son barrios dormitorios donde lo principal es entrar y salir con fluidez y rapidez. Se pierde la vida comunitaria y no se facilita la convivencia y la relación social. Tan solo son grandes aglomeraciones humanas, con sus grandes avenidas. El arquitecto Leon Krier define a estas nuevas ciudades como "un desastre. No tienen sentido esas avenidas tan amplias. Garantizan frío en invierno y calor en verano. Me resulta cínico que los grandes arquitectos vivan en la parte vieja de las ciudades", cerca de las plazas, añado yo.

Fernando Chueca Goitia, en su Breve historia del urbanismo nos dice que hay "aglomeraciones humanas que no constituyen ciudad porque les falta el alma", y añade que el alma de la ciudad empieza a crearse en sus plazas y desde ahí se irradia a sus calles y parques. Una ciudad con alma es activa, reivindicativa, alegre, crítica, constructiva, solidaria y le da valor a la belleza, al arte y a la ecología urbana. Acabo con una cita del libro City de Alessandro Baricco: "Todas esas historias sobre tu camino. Encontrar tu camino. Ir por tu camino. A lo mejor, en cambio, estamos hechos para vivir en una plaza, o en un jardín público, allí quietos, dejando pasar la vida".