ueno, ya falta menos para el 2022. Al menos, está más cercano que el año 2050. Es una idea que se ha puesto de moda: hacer predicciones para dentro de mucho tiempo. Si están equivocadas, se olvidan. Si se cumplen, ya habrá alguien interesado en recordarlo. En fin, un desastre. ¿Por qué no pensar en el año 2022? Salvo imprevistos graves, todo hace pensar que será el momento de la recuperación. ¿Qué ocurrirá a partir de entonces? ¿Hacia dónde vamos?

Vivimos en la época de los expertos. Es otro truco de los políticos cuando toman medidas: si aciertan, el mérito es de ellos. Si fallan, la culpa es de los expertos. Así cualquiera, ¿verdad?

En realidad, los partidos políticos (en especial los de alcance nacional) se han convertido en oligopolios. Si estás en el bando ganador, lo mismo terminas ministro. En caso contrario, a buscar trabajo. Es el procedimiento digital. Si antes había dictaduras y bien está que vayan desapareciendo, tenemos que esta estructura se ha mantenido dentro de los partidos. Y eso es un problema grave. Por supuesto, no lo van a admitir: quien ha ganado la batalla interna manda. Y el que se mueve no sale en la foto.

Cuando nos abordan los problemas del futuro entran los temas habituales: vivimos en un mundo único, va a aumentar el teletrabajo, debemos cuidar el medio ambiente, hay que tener cuidado con las pandemias del futuro, vienen grandes cambios en el mercado laboral debido a las mejoras tecnológicas....muy bonito, pero visión y soluciones, pocas. Las decisiones deben ir hacia otros caminos, los cuales vamos a comenzar a explorar en las presentes líneas.

Uno.- Hay un problema muy grave con la deuda, la cual alcanza ya el 125% del PIB (1billón cuatrocientos mil millones de euros; para hacernos una idea de la magnitud de esa cifra, en segundos serían, pese a todo, ¡¡más de un millón de años!!). Como el Banco Central Europeo compra deuda pública a mansalva, los tipos de interés están artificialmente bajos. La solución: el que venga detrás, que arree.

Dos.- Existe un problema intergeneracional. Los jóvenes tienen problemas para buscar trabajo e independizarse. Además, están pagando las pensiones de sus mayores a cambio de nada. La solución: un ambicioso plan de empleo juvenil.

Tres.- Aparecen nuevas inversiones: además de las empresas verdes y sostenibles, tenemos más opciones como las criptomonedas, tierras raras, incluso tierras o minerales de las lunas u otros planetas. Recientemente la sonda china Tianwen (preguntas al cielo) ha aterrizado en Marte. Lo que es de turismo, no va.

Cuatro.- La dicotomía entre poder duro (a través de la coacción) y el blando (influir en otros agentes valiéndose de medios culturales o ideológicos), ha terminado.

Ahora se lleva el poder afilado (sharp power) consistente en usar de forma engañosa la información con propósitos hostiles. De manera suave, propaganda y manipulación. De manera más grave, interfiriendo en el sistema informático de un país paralizando infraestructuras básicas como oleoductos y cobrar posibles rescates. Por cierto, el país referido es Estados Unidos y el pago, de cinco millones de dólares.

Cinco.- Ha llegado la economía de la atención (Tim Wu). Está por todos lados: pantallas, anuncios, discursos o entretenimiento diverso. Las grandes empresas valoran el tiempo medio de cada cliente en la red (Twitter, Facebook) o el tiempo que tardamos en decidir una compra (grandes almacenes).

Seis.- De la mano del concepto anterior, se desarrollan una serie de algoritmos que nos pueden llevar a tomar decisiones predeterminadas. Esto nos lleva a que países como Chile estén regulando el derecho al libre albedrío de pensamiento. Precisamente el senador chileno Guido Girardi lo advierte: "la tecnología ya puede saber cuáles son tus emociones, tus sentimientos e incluso leer tu inconsciente".

Además, otras tendencias se asoman. Por ejemplo, priorizar el uso a la posesión. Las experiencias a los bienes. Los dispositivos móviles a la conversación humana. Las pantallas a los libros. Así, pasamos de la economía lineal a la economía circular. De la racionalidad a nuestro estado primitivo más profundo, pasando por las emociones. Esas a las que atizan muchos políticos y algunos medios de comunicación. Para evitar la manipulación, es preciso conocer las seis emociones básicas. Dichas emociones son la alegría y la sorpresa (a mejorar), la tristeza y el miedo (a controlar), la ira y el asco (a controlar un poco más). Si sabemos las razones por las que desarrollamos cada una, nos conoceremos mejor a nosotros mismos y a los demás.

En definitiva, las tendencias descritas deben estar presentes para tomar decisiones en el ámbito personal, privado y público de manera más eficiente.

Todas las decisiones en todos los momentos de todas las personas de todos los lugares de este bello punto azul pálido que es nuestro planeta influyen en el futuro.

Todas las decisiones deben estar orientadas a un propósito sencillo: evitar el sufrimiento humano de hoy y de mañana.

Economía de la Conducta, UNED de Tudela