a revolución electoral operada en la Comunidad Autónoma de Madrid me ha generado una nueva convulsión cuando he leído a personas intelectuales y ponderadas afirmar sin matices que los nacionalismos, independentismos y populismos son letales (sic). Algo que yo sí quiero matizar porque me parece que todos los nacionalismos no son iguales, xenófobos o letales. Como tampoco se puede meter en el mismo saco a todos los nacionalistas. Los hay respetuosos, abiertos y solidarios.

Hay que seguir recordando la obviedad de que el sentimiento nacional es mayoritario, ya sea entre españoles, argentinos, vascos, japoneses o catalanes. Donde mejor se visualiza esto es en el seguimiento de las selecciones deportivas y la identificación con los colores patrios. Tal es así que los clubes deportivos están sojuzgados por la selección nacional del Estado de turno, al verse obligados a ceder jugadores so pena de penalizaciones deportivas graves en sus campeonatos de liga. No se salva ni el fútbol, donde la mayoría de clubes profesionales son empresas mercantiles que cotizan en Bolsa.

El sentimiento nacional está generalizado, pero no es uniforme. Desde luego que todos los que se sienten españoles, por ejemplo, y se identifican con sus cultura y sus signos -bandera, himno-, no tienen un sentimiento populista o xenófobo. Lo denigrante del término es porque se aplica a las naciones que no pueden constituirse en un Estado. La razón es clara: las únicas naciones soberanas son las protegidas legalmente por el paraguas de un Estado que aglutina territorio, poder y una población que se siente nación. En definitiva, que si no cambian las leyes, no cabe un reconocimiento legal internacional a una nación, a pesar de los casos tan obvios como el escocés.

Lo cierto es que España es social y políticamente una realidad plural y compleja cuya Constitución establece una nación de pueblos, y no un Estado de naciones, que era la idea originaria frente a la derecha. Legalmente, sigue sin haber avances.

Volviendo a las últimas elecciones de Madrid, los pilares de la campaña electoral del Partido Popular y de Vox han tenido un tono nacionalista muy claro con un marcado tono populista. Y por mucho que algunos patriotas españoles se revuelvan y cambien el nombre de su nacionalismo a "patriotismo constitucional" y eufemismos similares, son tan nacionalistas o más que muchos votantes del PNV o del SNP escocés. No es un delito, sino una evidencia el sentimiento nacional colectivo de una gran mayoría de ciudadanos en todo el mundo. Y esto es algo que no se debe demonizar sin más, siempre y cuando se sustente en conductas de respeto democrático, pues resulta evidente que no todas las conductas nacionalistas son iguales, como tampoco lo es el espíritu globalizador como nos quieren hacer creer cuando algunos se empeñan en fortalecer al homo consumens que hace de las cosas innecesarias su única necesidad.

No es ético ni democrático estigmatizar a quienes no sienten lo mismo que tú. De hecho, la única línea roja es la dignidad de las personas y sus derechos básicos reconocidos; y entre estos se encuentra la manera de sentir en política, tanto en lo nacional como en lo partidista.

El problema, pues, no son los sentimientos nacionales, sino el respeto a quienes piensan y sienten diferente. El racismo lo ponemos nosotros, no las diferencias físicas, culturales o religiosas. Lo vemos en Estados Unidos, a quien Vox trata de emular con su seguidismo trumpista. El racismo antecede a la raza, como afirma Ta-Nehisi Coates; ocurrió con los indios autóctonos y más adelante engendró la Guerra de Secesión. Ahora lo mantienen en torno al color de la piel sin que de ello se deduzca que todos los nacionalistas estadounidenses sean racistas o populistas letales por ser patriotas.

Es cierto que se han logrado grandes avances en la convivencia entre diferentes. Lo que falta, en mi opinión, es que no se visualizan las diferencias como una oportunidad de enriquecernos mientras se mantiene la tentación de absorber a las culturas minoritarias. A veces resulta muy descarado que el nacionalismo dominante convierte lo que toca en una caricatura folclórica de sí misma. Ocurre con la copla andaluza como "la canción española" o la identificación de las Ferias de Abril como si fuesen noticias "nacionales" de interés de todos. Por supuesto que ningún alumno estudia una línea sobre la creación del nacionalismo español ni de la historia de las restantes naciones que existen en el Estado. Al contrario, el cardenal Cañizares se cree capaz de encontrar los inicios de España (cuya unidad él juzgaba como "un bien moral") nada menos que en la Biblia. Y el PP no se queda atrás con su propuesta "educativa" sobre la Historia de España: "Desde Atapuerca hasta la Constitución".

El nacionalismo español, en fin, se expresa cada día sin eufemismos en todas las instituciones del Estado, incluida la judicatura. Parafraseando a Augusto Monterroso, cuando desperté, el nacionalismo no había desaparecido, el dinosaurio seguía allí.