l pasado 16 de junio, en el espacio Civican de la capital navarra, se ha celebrado una jornada que, considero, tiene especial significado sociocultural y político para nuestra comunidad. La Sociedad de Estudios Vascos / Eusko Ikaskuntza, fiel a su misión fundacional ya centenaria y a los nuevos retos de una época de cambios o quizá, más bien, de un cambio de época, según el parecer de algunos pensadores actuales, ha querido compartir las conclusiones de un trabajo de reflexión, con personas expertas y participación ciudadana, que desde hace un par de años nos ocupa en torno a la gestión democrática de la pluralidad de Navarra. El objetivo final es mejorar nuestra convivencia y para tal empeño contamos con, y agradecemos, el apoyo del Gobierno Foral.

Sin entrar ahora en el detalle del informe del proyecto presentado ni en todo lo dicho durante la misma jornada, voy a aprovechar algunas ideas expuestas, que me parecen claves, para manifestar públicamente una primera impresión personal como responsable de Eusko Ikaskuntza. A nadie, mínimamente conocedor de nuestra realidad social, se le escapa la complejidad y dificultad de la gestión de la diversidad navarra, tal como se ha vivido en particular durante las últimas décadas y bajo un régimen de democracia formal. Dos cuestiones conflictivas parecen sobresalir en dicho informe: la gestión del euskera y la polarización entre la(s) diferentes identidad(es) nacional(es). Con evidentes conexiones e interacciones entre ambas, por debajo de ellas está en juego un valor democrático esencial: la convivencia basada en la mutua confianza entre diferentes.

Partimos de la constatación de que las relaciones humanas resultan conflictivas en muchas ocasiones, lo cual no se reduce a una cuestión puramente racional ni solo política sino que influye decisivamente la dimensión emocional. Y tratar de emociones implica el desarrollo de una "educación sentimental", desde la familia y la escuela, que posibilite una mayor madurez personal y colectiva. Así se puede empatizar y valorar el sufrimiento de la otra parte aceptando la realidad tal como es, más allá del deseo subjetivo y superando cualquier resentimiento más o menos inconsciente por supuestos agravios más o menos objetivos. Vivimos muchas veces en mundos culturalmente paralelos sin acercarnos ni comunicarnos de verdad, limitando nuestro ámbito de deliberación a las o los propios o similares. Y a ello contribuyen también, y cada vez más, las tecnologías digitales polarizantes que favorecen la retroalimentación en los propios apriorismos. De ahí la desconfianza que proviene del desconocimiento de la otra parte, lo que lleva al miedo y éste a su vez a la aversión. Mientras, la confianza, con comunicación e inclusión buscando lo común en el debate, deriva en comprensión, reconocimiento y valoración.

Por eso, no basta la tolerancia de dejar vivir mirando a otro lado, sino que se necesita el respeto mutuo y apreciar el valor del diferente, para tratar de llegar a defender sus derechos, igual y como si fueran los propios, lo cual comporta igualmente unas obligaciones entre todas las partes afectadas. Si siempre piensas que tienes razón, que posees una superioridad racional y moral, poco vas a poder dialogar y compartir.

Lo que se ha tratado primeramente de subrayar en el proyecto es la existencia de un problema real, por ejemplo en todo lo referente a la gestión del euskera, que refleja una gran diversidad identitaria (identidad navarra de la que nadie debería sentirse propietario exclusivo), en ocasiones polarizada, y que demanda aquella gestión democrática. Sin embargo, algo tenemos claro en Eusko Ikaskuntza: no venimos a marcar políticas concretas de gobiernos u otros sujetos sociales y políticos. Eso sí, no hay que tener miedo a debatir sobre lo que resulta espinoso porque nos saca de nuestra área de confort. Será importante entonces habilitar cauces de participación horizontales y encuentro reales, de deliberación y decisión de la ciudadanía, más allá de las estructuras institucionales, e integrar las demandas existentes.

Un apunte final, y no por eso menos importante, se refiere a lo subrayado en la jornada sobre el papel histórico de las mujeres como generadoras de espacios de confianza, hoy tan necesarios. En particular su forma diferente de construirlos, frente a la manera patriarcal, hegemónica y dicotómica, de ganadores y perdedores. Esto no significa solo más y mejor feminismo con más presencia y visibilidad femenina, sino dar un paso adelante en la vivencia y articulación de otras relaciones posibles para gestionar nuestros conflictos.

Por último, el proyecto continúa. Se trata de procesos a largo plazo, pues la confianza es muy frágil, vulnerable y padece altibajos. Los cambios no son solo de leyes sino de actitudes y más que convencer racionalmente hay que atraer emocionalmente, pero sin descuidar el equilibrio entre lo pasional y lo racional. Ahora nos planteamos acercarnos a la juventud con una esperanza que, como tal, siempre mira al futuro pero desde el presente. Las experiencias de las y los jóvenes suelen estar más abiertas al encuentro, al diálogo, a compartir, y tal vez, sean más capaces y se sinceren para decirse qué es lo que les incomoda y les genera desconfianza de la identidad de la otra parte, para intentar así recorrer caminos nuevos con quien no piensa ni siente lo mismo.

El autor es vicepresidente por Navarra de Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos