enía enía pensado compartir con los lectores una reflexión sobre la monarquía española, una institución que siempre da motivos para arrojar luz sobre sus muchas y variadas tinieblas. Queda pendiente para otra ocasión ante un hecho que me sucedió a mediados de agosto; una buena noticia vivida en carne propia de esas que te dejan huella y es noticiable. Lo curioso es que acababa de enviar al periódico el artículo Las buenas noticias -recientemente publicado- cuando me ocurrió lo siguiente sin imaginar la experiencia que me esperaba tan pronto.

Cuando uno cree que tiene todo listo para cumplir las exigencias de la pandemia para volar desde Loiu y visitar a alguien muy querido después de un año sin vernos, solo espera la llamada al embarque y llegar cuanto antes a destino. Pero el día se transformó cuando, al solicitar las tarjetas de embarque se nos indica que, entre toda la documentación aportada -sanitaria e identificativa- faltaba rellenar un cuestionario desde el teléfono móvil sobre los motivos del viaje. Había mucha gente en la cola y poco tiempo hasta la hora de salida del vuelo para rellenar a toda prisa el cuestionario, impepinable para subir al avión.

Vísteme despacio que tengo prisa, decía Napoleón. Para resumir lo que fue ese tiempo interminable, diré que la aplicación del móvil se bloqueó en ese momento. ¿Dónde está pues la buena noticia que merece toda esta reflexión? Pues a partir de aquí, paradójicamente, cuando la posibilidad de quedarnos en tierra se hizo más real a cada minuto que pasaba.

Entonces fue cuando, primero Leire, se centró en ayudarnos con una sonrisa y la paciencia impropia de quien tiene mucho que hacer en hora punta. Al no desbloquearse la aplicación del móvil, apareció su compañera María, con la misma actitud de servicio y la sonrisa serena de quien lleva tiempo siendo experta en clientes además de exhibir una humanidad que nunca agradeceremos suficiente. Perdimos el vuelo, sí, pero ella no se desentendió hasta que localizó otro vuelo, también con escala, que nos retrasaba el viaje solo cinco horas y nos daba tiempo a desbloquear la aplicación y rellenar los dichosos datos con las razones del viaje. Y ello a pesar de que una tercera persona, profesional del aeropuerto, le conminaba ¡delante de nosotros! a que se desentendiera de nuestro problema aunque ello implicase quedarnos sin viaje.

Nuestro viaje era muy especial, más allá de las vacaciones al uso, tan importantes siempre y especialmente en estos tiempos de pandemia. Pero el tema de estas líneas no es este, sino la actitud de estas dos personas de la empresa Globalia Groundforce, encargada de dar servicio al handing (embarque) de los pasajeros de KLM. A ellas quiero agradecer públicamente su profesionalidad y su humanidad. Lo hubiese hecho encantado en la hoja de valoración del servicio prestado, pero me dijeron que no existe tal documento; solo había disponible la hoja de reclamaciones, pero no la de felicitaciones.

Un vuelo europeo rutinario pasó de ser una pesadilla a convertirse en la mejor noticia del verano para quien suscribe estas líneas. No sé cuál será el poso que les quedará a quienes lean estas líneas, pero la buena noticia que supuso la disponibilidad eficaz de estas dos personas, me impulsa a compartirla para darle el valor que se merece. Y de paso, grabarme con letras mayúsculas mi promesa de actitud disponible similar cuando surja la necesidad en otras personas y convertirme también en buena noticia para ellas. En cuanto a la realeza española, puede esperar; sus personajes llevan demasiado tiempo sin generar una sola buena noticia.