esde 2008, cada 15 de noviembre la OMS nos recuerda en el Día Mundial Sin Alcohol las consecuencias de su consumo en la salud de las personas y las graves efectos sociales y económicos en nuestra sociedad. 3.200.000 personas fallecen cada año por esta pandemia.

El alcohol es la droga más consumida en nuestro país, tanto en varones como en mujeres. El consumo habitual es el doble en varones (49%). La edad de inicio en ambos sexos se sitúa alrededor de los 14 años. En mayores de 15 años el consumo anual de alcohol puro en España es de 10 litros de alcohol puro (16,4 litros para varones y 4,0 litros para mujeres, lo que en forma de cerveza serían 410 y 100 litros/año respectivamente (el 50 % de todo el alcohol que se consume en España se atribuye a la cerveza). Las conductas se aprenden y se pueden modular; si el consumo está tan generalizado no es extraño que la percepción del riesgo sea tan baja en nuestro país, máxime si la información sobre las consecuencias del consumo está interesadamente sesgada por quienes se lucran con la venta de alcohol, atribuyéndole capacidades propias de nuestra especie, no de una sustancia como el alcohol, instauradas mediante la publicidad repetitiva y campañas programadas a largo plazo. La asociación de la cerveza, vino o licores con el ocio, la diversión en grupo, el éxito social, estar con amigos, o con la alimentación mediterránea o últimamente incluso con el respeto por el medio ambiente, ocultando las consecuencias reales del consumo de alcohol no pueden ser inocentes. Tanto la industria, las empresas publicitarias, como quienes se prestan a colaborar con ellas, son también responsables de las consecuencias, como lo eran las empresas tabacaleras que ocultaban los resultados de las investigaciones hasta que los Estados denunciaron esas prácticas mafiosas y finalmente la legislación y las normativas prohibieron su publicidad, protegieron espacios públicos e incrementaron la presión fiscal en sus productos, ofreciendo una información veraz.

El consumo de alcohol es el principal factor de riesgo de enfermedad en la población entre 15-49 años. Contribuye al desarrollo de más de 200 enfermedades: cardiovasculares, hepáticas, neuropsiquiátricas, oncológicas, etcétera. Se ha establecido científicamente una relación dosis-respuesta positiva con cáncer de garganta, de la cavidad oral, colon, mama, hematocarcinoma: cualquier nivel de consumo aumento el riesgo. Y no solo afecta a quien lo consume (más de 15.000 muertes anuales en España), sino a las personas de su entorno (la adicción al alcohol es la enfermedad que mayor sufrimiento produce a sus allegados), a la economía (sus consecuencias suponen más de 10.000 millones euros en costes sociales anuales en España).

Para mitigar estos daños se precisa un abordaje intersectorial, como recoge la estrategia mundial para reducir el consumo nocivo del alcohol (63.a Asamblea Mundial de la Salud OMS, 2010). El pasado año, en plena pandemia del covid, el Ministerio de Sanidad publicó la actualización de la evidencia científica para establecer los Límites de Consumo de Bajo Riesgo de Alcohol, cuyas conclusiones más importantes son: 1) No existe ninguna cantidad de consumo seguro; 2) Si se opta por consumir cuanto menos mejor; 3) El límite de consumo de bajo riesgo es diferente para varones y mujeres: 10 g/día en mujeres (el equivalente a un chupito de licor o media copa de vino o una caña de cerveza) y 20 gr/día en varones (dos chupitos de licor o una copa de vino o dos cañas de cerveza); 4) Los consumos intensivos (más de 60 gr de alcohol en varones o de 40 en mujeres en un espacio de tiempo de 4-6 horas) siempre son perjudiciales; 5) Ningún profesional de la salud debe recomendar el consumo de alcohol para mejorar la salud, sino que debe preguntar y abordar periódicamente, ofrecer consejo o tratamiento cuando fuera preciso.

Con la pandemia del covid-19 hemos podido comprobar el esfuerzo que supone la modificación de nuestros hábitos, el mantenimiento prolongado de nuevos comportamientos preventivos y la afectación a la salud mental. Pero es fácil comprender que un confinamiento no tiene las mismas consecuencias si las necesidades básicas están o no cubiertas, si presenta o no otros problemas de salud, si mantiene una convivencia gratificante, o si reside en una casa con jardín, en un amplio piso con balcón o en una habitación compartida. El tratamiento de una adicción requiere un esfuerzo prolongado, durante varios años, con el riesgo de un desliz en cualquier momento que precipite una recaída, en una sociedad que promociona el consumo con todos los medios a su alcance: fácil acceso, presión publicitaria y social. En Navarra más de veinte mil personas están diagnosticadas en los centros de salud por problemas con el alcohol, y 734 personas atendidas en los centros de salud mental, pues no olviden que las adicciones son enfermedades mentales. Sin embargo, solo el 10 % de las personas que pudieran beneficiarse de un tratamiento pueden acceder.

Para quienes profesionalmente tratamos con las personas que luchan diariamente por controlar su adicción, a pesar de la constante presión social que les incita a su consumo, reclamamos en su nombre más recursos asistenciales, así como una información veraz y el control de la publicidad que incita a un incremento del consumo que sin ningún control nos encontramos en nuestra sociedad ("una más y nos vamos"), una mayor responsabilidad en las expresiones públicas así como el compromiso leal de nuestros representantes políticos de los acuerdos internacionales. Recuerden que la salud es un bien y no un derecho; que el derecho es a la asistencia sanitaria cuando enfermamos, también para las personas con una adicción. El actual Plan de Salud Mental lo señala como uno de los objetivos prioritarios: han pasado más de 35 años de la reforma psiquiátrica: hora es ya de asumir este reto.

El autor es psicólogo clínico, director del Hospital de Día de Trastornos Adictivos Zuria y presidente del Foro de Salud Mental