ace casi un siglo la gente de los Valles de Roncal, Salazar, Urraúles, la regata del Bidasoa, y otras zonas de Navarra con vocación forestal se preocupaban y se ocupaban de sus montes. El valor de la madera era tan apreciado y tan necesario como material que el precio lo hacía atractivo e interesante, además de ser el almacén económico de muchas familias. Con el tiempo otros materiales desplazaron a la madera, además de las malas campañas ecologistas que se han hecho sobre la corta de árboles, comparando lo que sucede en los bosques europeos con la esquilmación de lo que ocurre en Amazonas, Camboya o en África.

A todo esto, hay que sumarle la migración que se ha producido de las zonas rurales a las urbanas y donde ya cada vez más existe un desconocimiento de la propiedad y de la gestión que hay que hacer en las mismas.

Por otro lado, la temporalidad de los trabajos a realizar en el monte; la dependencia constante de las ayudas que concede la Administración por no haber podido hacer rentable la explotación forestal; los vendavales de Francia de 1999 y 2009 que inundaron los mercados con una madera a muy bajo precio; una industria pequeña y familiar poco tecnificada e innovadora; las plagas y enfermedades; la falta de relevo generacional y otras causas nos traen a la realidad actual.

En estos momentos donde toda Europa pretende salvar el planeta a golpe de plantación de árboles, nada se dice de la importancia de la gestión forestal que necesitan nuestros bosques, y la necesidad de poner en valor mucho de nuestros productos forestales. Sin gestión no solamente tendremos bosques más sucios y más difícil de acceder, sino más preparados para que sirvan de alimento al fuego.

Frente a todo esto, parece que los políticos tratan de solucionar el trabajo que lleva sin hacerse más de 30 años, aprobando leyes de cambio climático, que sin una fiscalidad que las apoye y la incentiven nacen muertas.

Pero volviendo aquellos propietarios de hace un siglo, nos encontramos ahora con sus descendientes, que apenas conocen el territorio en muchos de los casos y no tienen idea de qué hacer o cómo aplicar la gestión en sus bosques. Es cierto que muchos se interesan y se preocupan por saber y hacer trabajos en sus terrenos, impulsados desde Foresna-Zurgaia. Es cierto que las subvenciones que otorga el Gobierno de Navarra les animan a pesar de que ellos deben invertir el 50 %, unas inversiones que tal vez puedan llegar a ver sus nietos y de las cuales nos beneficiamos toda la sociedad. No hablaré de los distintos permisos que tienen que solicitar y todo el papeleo que hay que hacer para poder acceder a estas ayudas.

Y frente a todo lo comentado surge la pregunta de cómo motivar, cómo activar a esos propietarios forestales. Pues no lo sé, la fiscalidad podía ser una vía, pero nos encontramos en la siguiente encrucijada por la que escribo este artículo.

En la actualidad y después de casi 40 años, la madera comienza a ponerse en valor, cada vez se solicita más como biocombustible, para construcción, elaboración de nuevos productos..., y ahora se necesita y se está demandando. Ahora que los aprovechamientos forestales son más atractivos que nunca y que podrían ser un incentivo para poder hacer y gestionar muchas de las masas forestales que están abandonas ahora al Departamento de Economía y Hacienda aprueba la Ley Foral 21/2020 que afecta gravemente a la rentabilidad de la actividad forestal, dejando a los selvicultores navarros en situación de falta de competitividad frente al resto del país.

Mediante la aprobación de esta ley pasamos de una estimación de índices al sistema de estimación directa (rendimiento fiscal equivalente a los ingresos obtenidos menos los gastos producidos en el año) que penaliza finalmente al propietario forestal al no poder incluir la gran mayoría de gastos, al haberse producido los mismos en periodos temporales de entre 70 y 15 años, a un sistema donde se reducía considerablemente el rendimiento forestal a incluir en la declaración del impuesto de la renta, favoreciendo además las especies de turno largo, y el contar con un Plan Técnico de Gestión Forestal.

El paso en Navarra, del sistema de estimación objetiva por índices al de estimación directa especial, incrementa la tributación en un 296 %, para especies de turno medio inferior a 30 años. Para las especies con periodo medio de corta superior a los 30 años se incrementa la tribulación un 508 %.

Tras la reforma fiscal los silvicultores navarros que realicen un aprovechamiento forestal tributan aproximadamente el IRPF un 360 % más que en País Vasco y un 420 % que en resto del Estado.

Frente a esta situación que ha afectado gravemente a los selvicultores que han vendido madera durante el año 2021, desde Foresna-Zurgaia, nos vemos obligados a recomendar al propietario forestal que de momento retrase su explotación hasta ver si podemos llegar a transmitir la problemática actual a la consejera de Economía y Hacienda.

Concluyendo: no podemos hablar de economía circular, cuando tratamos de desarrollar políticas medio ambientales, de desarrollo rural, que quieren facilitar e incentivar unas estrategias, y al mismo tiempo desincentivamos a través de otras políticas económicas que no van en la misma línea, al menos en el sector forestal, y que deberían ser el motor de las anteriores.

No tengo ninguna duda que nuestros montes, en un futuro, pueden ser generadores de trabajo, se servicios medioambientales, de turismo, de salud, de productos gastronómicos y un largo etcétera, pero es muy importante contar con la gente del territorio y buenos profesionales. Para ello se tienen que tener políticas claras y sobre todo políticas que no sean antagónicas.

El autor es ingeniero de Montes. Gerente de la Asociación Forestal de Navarra