n una sociedad que cada vez se mueve más rápido, en donde las noticias pierden valor con menos de 24 horas, en la que el tiempo es el bien más preciado, en ocasiones merece la pena parar y evaluar si nuestras acciones son las idóneas.

Hoy 9 de mayo conmemoramos el Día de Europa, un buen día para reflexionar sobre este éxito de convivencia en el viejo continente durante más de setenta años.

El Tratado de Lisboa recoge como valores fundamentales de la Unión Europea el respeto a la dignidad humana, la libertad, la democracia, la igualdad y los derechos humanos, y establece que la Unión tiene como finalidad promover la paz y el bienestar de sus pueblos.

Estos valores que nos identifican como europeos y son reconocidos en el mundo entero como sello europeo. No han sido fáciles de lograr ni debemos darlos por asegurados. Por primera vez en su historia, la UE celebra el Día de Europa en un contexto de guerra.

Casi treinta años después de las guerras de los Balcanes, y más de medio siglo después de que las tropas soviéticas entraran en Praga y Budapest, el miedo ha vuelto a Europa después de una dura y larga pandemia que nos había dejado casi sin fuerzas, pero nuestra respuesta ha vuelto a ser la solidaridad.

Miles de ucranianos y ucranianas buscaban y siguen buscando refugio dentro de nuestras fronteras porque su país ya no era seguro. Muchos ciudadanos españoles, alemanes, polacos o húngaros han abierto sus casas a los ucranianos que huyen de las aterradoras bombas de Putin.

Rápidamente, y por primera vez en la historia, Europa activamos el mecanismo de urgencia de protección temporal para proporcionarles un estatus seguro y acceso a las escuelas, la atención médica y el trabajo que se merecen. Además, se puso sanciones a Rusia y a los oligarcas, se cerró el sistema bancario y se embargó el petróleo ruso. El reto inmediato fue ese, ahora, más de tres meses después, la importancia sigue siendo la misma y nuestro apoyo sigue siendo igual de urgente.

Si hablamos de seguridad y defensa europea observamos cómo han evolucionado más en los últimos tres meses que en las últimas dos décadas.

Es por eso que no podemos abandonar la defensa de los derechos humanos y la libertad porque seamos más o menos dependientes de Rusia. Tenemos que empezar a trabajar rápidamente, como ha propuesto la Comisión Europea, para anular esta dependencia tanto en materia de gas como en materia de seguridad y defensa, en la que estamos trabajando, como la Brújula Estratégica Europea para 2030.

La libertad es también la libertad de conciencia. Por eso, cada mes de diciembre en el Parlamento Europeo en materia de derechos humanos entregamos el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia.

El pasado diciembre de 2021 se lo entregamos a Daria Navalnaya, hija de Alexei Navalni, y os reconoceré que fue uno de los momentos más emocionantes y que sentí un gran orgullo de ser europea.

La democracia es sin duda nuestro mayor valor democrático. En el año 2019 batimos un récord de participación en las elecciones europeas nunca antes visto gracias a la participación de los jóvenes. El porcentaje de ciudadanos que acudió a votar fue del 50,6%, siendo el más alto registrado desde 1994. España, con el 61%, es uno de los países en que más aumentó la participación.

Muchos ciudadanos piensan que todavía queda mucho para que puedan tener un papel más activo en el proceso de toma de decisiones y en la definición de las prioridades de la Unión Europea, aunque la Conferencia sobre El futuro de Europa ha sido un reto de participación civil en la toma de decisiones.

Uno de esos grandes avances puede ser en un futuro la propuesta de futura ley electoral que contempla una circunscripción paneuropea en la que los candidatos de las principales familias políticas competirán por el nombramiento de la presidencia de la Comisión.

La igualdad, el reto del aborto en Polonia o la brecha salarial en Europa, datos de violencia machista. Todavía queda mucho por hacer.

En definitiva, estamos en un momento de cambios bruscos en el que solo podemos tomar las decisiones acertadas. La Unión Europea debe redefinir su encaje en el tablero internacional con una apuesta por la autonomía estratégica en un mundo multilateral regido por normas. Los retos mundiales del siglo XXI, el cambio climático, la globalización, la salud pública, la desigualdad o la seguridad, no pueden abordarse desde una perspectiva de bloques, sino de actores múltiples que revitalicen las instituciones multilaterales.

Posiblemente, como digo Borrell hace poco, “la Europa geopolítica está naciendo”.

La autora es eurodiputada y S. Unión Europea de la Comisión Ejecutiva Regional del PSN-PSOE