oy 12 de mayo celebramos el Día Internacional de la Enfermería. Y no se celebra en estas fechas por cualquier casualidad, sino porque un día como hoy nació Florence Nightingale en Florencia en 1820. Quizás para gran parte de los lectores y lectoras este nombre no les resulte familiar, pero si hablamos de Henry Dunant quizás nos suene algo más familiar, ya que él es quien crea la Cruz Roja. De hecho, la crea basándose en la experiencia de Florence Nightingale, de quien hablaré más adelante. Aprovecho este inciso para recordar que el día 4 de este mes también se han conmemorado los 150 años de la Batalla de Orokieta (en la tercera guerra carlista), primera batalla en el Estado español en la que interviene la Cruz Roja.

Florence Nightingale era una mujer de familia británica que consiguió su fama mundial en la Guerra de Crimea, un topónimo que ahora también se escucha mucho y que hasta hace poco también le podría ser difícil de ubicar a muchos lectores y lectoras. En aquel entonces, el Imperio Ruso, aliado del Reino de Grecia, seguía con sus políticas de expansionismo y atacó las fronteras del Imperio Otomano. Ante el miedo de la caída de dicho Imperio y del control por parte de Rusia de esta región, el Imperio Francés, el Imperio Británico, el Reino de Cerdeña y el mismo Imperio Otomano formaron una liga para su defensa. La guerra tardó tres largos años en acabar, siendo Rusia derrotada, pero en los que fallecieron muchas personas, la mayor parte de ellas por enfermedades que derivaron de aquella situación tan extrema (inanición, insalubridad, falta de higiene, etc) y otras por heridas directas dado el enfrentamiento bélico.

A día de hoy, esta situación en dicha región y casi con los mismos agentes se torna de total actualidad. Por lo que quiero aprovechar para una vez más condenar la injusta invasión que hoy está sufriendo Ucrania y seguir pidiendo que Europa siga apostando por enviar ayuda humanitaria y medios para proteger al pueblo ucraniano.

Volviendo al tema inicial, Florence Nightingale, se dio cuenta de las nefastas condiciones en las que habitaban los soldados y por ello planteó al Gobierno británico mejoras para reducir el hacinamiento, mejoras en el manejo de residuos, en higiene, etc. Por todo lo expuesto, en 1855 mientras permanecía en Crimea y tras valorar la actuación de “the lady of the lamp” (la dama de la lámpara, así es como conocían a Nightingale, por la lámpara que portaba en la oscuridad para poderse mover entre los enfermos), el gobierno anglosajón homenajeó a Nightingale.

A día de hoy, consideramos a “la dama de la lámpara” como la precursora de la profesión de enfermería y la primera en plantear un modelo teórico de enfermería. A la que seguirían entre otras, Virginia Henderson, Marjory Gordon, Dorothea Orem, Callista Roy, Hildegard Peplau, Marta Rogers, Betty Newman, y un largo etc. Sin las que la enfermería hoy no tendría la capacidad, ni la entidad necesaria para considerarse una profesión con tal relevancia. Además del modelo, la profesión enfermera también tiene una taxonomía independiente NANDA-NIC-NOC, que sirve para poder desarrollar las labores de los cuidados de la manera más científica y más adaptada a las necesidades de cada paciente.

En Enfermería contamos con diversos roles que se mueven desde el perfil más asistencial (a pie de cama o mesa de quirófano, en consulta), pasando por perfiles gestores (responsables de enfermería directoras de hospitales o centros de salud, responsables o gestoras de admisión), perfiles mixtos (enfermería gestora de casos/enfermería de continuidad asistencial/enfermería de enlace, enfermería laboral, enfermería de consejo sanitario), perfiles más educadores (enfermería escolar), etc. Aunque en todos los roles todos los diferentes perfiles son necesarios, he clasificado así los diferentes roles por poder hacer visible los perfiles que precisa tener un profesional de enfermería para desempeñar su labor diaria.

Pero pese a todo lo que he comentado, la enfermería y los cuidados siguen siendo considerados como si fueran de segunda. El que sean considerados así, deviene de que siempre hayan sido ofrecidos por mujeres. No es extraño que en una sociedad heteropatriarcal como la nuestra los cuidados sigan siendo relegados a un segundo plano. Con la enfermería como profesión ocurre lo mismo. La diferencia salarial respecto a la profesión médica sigue siendo abismal, en cambio respecto a nuestras compañeras TCAEs no lo es tanto, y la “escasa” relevancia científica que nos otorgan o han otorgado otras disciplinas científicas también deviene de la feminización de la enfermería. Es evidente que somos una profesión desempeñada por mujeres, pero nuestras condiciones laborales deberían ser adecuadas a nuestra formación y al desempeño de nuestra labor. En consecuencia, es importante revalorar los ratios de pacientes por cada enfermera/o, las condiciones salariales, las carreras profesionales, etc, de todos/as los/as compañeros/as. Debemos cuidar a quien nos cuida, para que quienes nos cuiden lo puedan hacer de la mejor de las maneras posibles.

Por último, y en este día tan especial me gustaría agradecer a todas/os las/os compañeras/os que en estos tiempos tan difíciles han dado tanto por sus pacientes, hasta la vida, que han sudado debajo del EPI por muchas horas seguidas, a aquellas/os que han tenido que iluminar su oscuridad con lámparas como Nightingale en Ucrania mientras les caían bombas cerca o aquí con las linternas del móvil para no alterar el sueño de sus pacientes, a aquellas/os que estando jubiladas han invertido su tiempo y conocimiento una vez más en pro de nuestra sociedad, a aquellas/os que aportan a la enfermería una nueva visión creando nuevos perfiles laborales, en el fondo, a esas personas que el sufrimiento de su paciente es parte de sí misma/o porque son ellas/os las/os que dignifican una profesión tan maravillosa como esta. Porque, hoy más que nunca, todas y cada una de ellas son las damas de la lámpara.

El autor es enfermero, antropólogo social y burukide de EAJ-PNV Nafarroa