Un verano más, estamos asistiendo a graves incendios forestales, no sólo en el Estado español, sino en otros muchos lugares de Europa, como la vecina Portugal y el suroeste francés, el Reino Unido, Italia, Croacia, y el norte de África, en la que se ha vivido y se vive una situación extrema de estrés hídrico y de liberación de energía acumulada congruente con las previsiones más alarmantes de los científicos.

Cada vez hay una proliferación mayor de los grandes incendios forestales –superiores a 500 hectáreas–, y está sucediendo que, con menos incendios, se está quemando un porcentaje mayor de superficie. Pero quizá convendría antes que nada comenzar por hablar de quienes son los que provocan los incendios. Según las estadísticas del Ministerio de Transición Ecológica y del Reto Demográfico, alrededor de un 90% de los incendios forestales son provocados por el ser humano, unos intencionados, por motivos económicos, por venganzas, por pirómanos…; otros por negligencia o imprudencia; y el resto, por causas naturales o causas desconocidas. Las motivaciones sociales que originan los incendios intencionados y negligencias son las siguientes: un 19,97% por el empleo del fuego en prácticas ganaderas; 44,2% por maquinaria, vehículos y herramientas; 4,75% uso del fuego por venganzas, represalias, y vandalismo; 3,25% por colillas arrojadas; 3,89% por el empleo del fuego para control de la vegetación; 33,95% por el empleo del fuego en prácticas agrícolas; y un 24,81% por eliminación de basuras y restos, líneas eléctricas, caza, uso lúdico del monte, ferrocarril y líneas férreas, modificación del uso del suelo, actividades militares, modificación de los precios de la madera u otros orígenes.

En el caso de Navarra, y en relación con los incendios habidos entre el 15 y el 22 de junio, que fueron la mayor ola de incendios de la historia de Navarra, según las informaciones que dieron en diversas comparecencias parlamentarias miembros del Gobierno foral, han sido debidos a diferentes factores, como rayos, la actividad agrícola o las chispas del tren, algún pirómano…que afectaron a unas 15.000 hectáreas de superficie perimetrada por los bomberos. Concretamente, el consejero de Presidencia, Igualdad, Función Pública e Interior, Javier Remírez vino a decir que los incendios respondieron a causas multifactoriales. Sin duda, habrá que volver sobre todo ello y se requerirá por parte del Gobierno de Navarra más explicaciones e información, así como sobre la gestión de los incendios llevada a cabo.

Al hablar de los incendios, hay que decir inmediatamente que tienen mucho que ver con la crisis climática (temperaturas extremas, olas de calor y el agravamiento de los períodos de sequía), y el éxodo rural y con ello el abandono de la actividad rural, que ha conllevado que los campos hayan sido colonizados por unas masas forestales que han crecido sin control ni mantenimiento.

Estamos, por tanto, ante un territorio más caliente, más seco, más inflamable y más abandonado que sufre incendios más frecuentes y devastadores. Debido a ello, es urgente que se invierta en nuestros montes y en las actividades rurales para conseguir paisajes más resilientes. Porque si no se gestionan lo gestionarán las llamas de forma dramática y lo que perdemos es incalculable.

Estos días hemos escuchado algunos comentarios, entre otros, los realizados el pasado lunes por el consejero de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León de que los ecologistas son los responsables de los incendios, ya que se oponen a la limpieza de los montes. Sin duda, con sus declaraciones, el consejero de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio ha intentado desviar la atención de su pésima gestión forestal y abandono de cualquier tipo de política de prevención de incendios desde hace tres décadas, que ha llevado en lo que va de verano a que hayan ardido miles de hectáreas y se hayan producido en esa comunidad los tres mayores incendios –dos en Zamora y uno en Ávila– de las últimas décadas.

Pero volviendo a la limpieza de los montes, convendría recordar que los bosques no son jardines. Los ecosistemas forestales no solo están formados por árboles, sino que son ecosistemas complejos donde también habitan especies herbáceas, matorral, arbustos, árboles muertos en pié y ramas y troncos caídos en el suelo. Cuanta mayor es esta diversidad biológica y estructural, más biodiversidad alberga, mejor es el estado de conservación y mayor es su resiliencia.

Ahora bien, ante el riesgo de grandes incendios forestales, es importante establecer estrategias de reducción de la densidad del arbolado, el matorral o el pasto en determinados lugares para evitar el exceso y la continuidad del combustible, de esta manera el incendio puede frenar porque no dispone de alimento. Por eso, cuando se habla limpiezas, es importante concretar que se quiere decir, ya que, en mi opinión, se trataría de iniciativas como franjas de seguridad en urbanizaciones y espacios habitados, cortafuegos, iniciativas para fomento de ganadería extensiva y pastoreo para reducir la carga de combustible, del aprovechamiento de la biomasa con fines energéticos, y de la posibilidad de realizar quemas prescritas (controladas) que imiten los incendios de baja intensidad.

En el actual contexto donde se reproducen los incendios, es vital hacer actuaciones en el paisaje para evitar estos días dramáticos. Incendios va a haber, pero no pueden llegar a semejante magnitud y envergadura. Es urgente priorizar recursos económicos para incentivar la economía rural de los pueblos, realizando actividades que generen paisajes fragmentados en mosaico que ayuden a reducir el riesgo de propagación de grandes incendios forestales, donde se fomente la ganadería extensiva y los cultivos, y se promuevan iniciativas y proyectos de protección de municipios, bienes y servicios frente a incendios forestales en futuros escenarios de cambio climático.

El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente