La serie de publicaciones que se han sucedido sobre el Amejoramiento del Fuero en su 40º aniversario permiten sacar algunas conclusiones: ¿Por qué tal rechazo a cualquier planteamiento de reforma del Amejoramiento del Fuero? ¿Por qué tanta beligerancia a la posibilidad de un debate social y político en torno a la norma fundamental de Nafarroa? Resulta insólito tratar de justificar que una construcción que tiene ya cuarenta años no sea objeto de análisis, mejora o reforma. Así lo reconocería cualquier persona al tratarse de su casa, por ejemplo. Máxime en un contexto de dificultades estructurales como en el que nos encontramos. Entonces, ¿por qué negarse a ello en el caso de la norma que regula la vida institucional y el autogobierno? Resulta todavía más difícil de justificar, si cabe, la negación a someter a referéndum el propio Amejoramiento o una reforma del mismo. Cuando, y en este momento, en el que cada vez se antoja más evidente la vinculación entre quién y dónde toma las decisiones y su afectación al planeta y a la vida de las personas y la profundización en la democracia es la mejor garantía contra las reacciones autoritarias ante la incertidumbre. Juan Cruz Alli afirmó que “el Amejoramiento del Fuero se ha convertido en el mito fundacional de la nueva foralidad”. Estoy de acuerdo. Las fuerzas del régimen y especialmente la derecha navarra se han encargado de construir una referencia-mito en torno al Amejoramiento que ha alimentado un relato maniqueo de identidad navarra segun la adhesión o no a dicha norma. El artículo que recientemente ha publicado la señora Salanueva en el Diario de Navarra: Larga vida a la Lorafna resulta de lo más representativo a este respecto. La cuestión es que cuarenta años no han pasado en balde. La defensa de la foralidad y del autogobierno no son sinónimo de la defensa del Amejoramiento tal cual está para siempre jamás. Al contrario. Aquellos sectores abertzales y de izquierdas que rechazaron y quedaron excluidos de la aprobación de la Lorafna, así como aquellos que desde planteamientos democráticos, progresistas, soberanistas y/o federalistas hemos defendido públicamente el agotamiento de esta norma, somos precisamente quienes con mayor tesón hemos defendido el autogobierno ante los impulsos centralistas y hemos reclamado, asimismo, el cumplimiento de las transferencias competenciales pendientes. Paradoja o no, resulta que la defensa de la foralidad y el autogobierno ha venido más de la mano de los soberanistas y federalistas, que de los navarrísimos que dedican odas al Amejoramiento mientras recurren al Tribunal Constitucional las leyes y acuerdos que han perdido en el Parlamento de Navarra.

La serie de publicaciones que se han sucedido con motivo del 40º aniversario permiten extraer, además de las citadas, algunas otras conclusiones. La primera de ellas es que el marco en el que se reflexiona sobre la Lorafna está cargado de pasado. Todavía hoy las posiciones se circunscriben, en la mayoría de los casos, a la justificación de las posiciones políticas que hace cuarenta años mantuvieron los diferentes agentes políticos. La segunda es que las cuestiones que por aquel año 1982 quedaron irresolutas y supusieron los grandes hándicap políticos de la época siguen presentes en toda reflexión: 1º.- El alcance de toda actualización de los derechos históricos de Nafarroa y su relación con el derecho a decidir y/o bilateraleralidad respecto al Estado; 2º.- La relación de Nafarroa con el resto de los territorios de Euskal Herria-Vasconia, tal y como pone de manifiesto el recurrente tema de la Disposición Transitoria 4º de la Constitución Española; 3º.- Y por supuesto, el cuadro competencial que, además de no haberse cumplido, ha quedado mermado durante las dos últimas décadas cualitativamente. A día de hoy, la transferencia de la competencia de tráfico continúa siendo un ir y venir de declaraciones de intenciones que no acaban de llegar a puerto. Y otras, como la gestión de la Seguridad Social, ni siquiera están en la agenda. Las reflexiones sobre la Lorafna no deberían circunscribirse a una cuestión histórica de intrigas políticas o a un análisis de Historia del Derecho, por muy interesante que este resulte. La foralidad debería tratarse de un debate cargado de futuro. En el difícil contexto económico, social y climático en el que nos encontramos, no se trata de si en Nafarroa el vaso se encuentra medio lleno o medio vacío. La cuestión debería ser hacia qué horizonte dirigimos el futuro del autogobierno y la capacidad de decidir sobre nuestras políticas públicas. Estamos viviendo tiempos de aceleración histórica en los que, de alguna u otra manera, sabemos que dentro de una década nada va a ser como lo que conocemos ahora. Toca preparar el futuro en materia energética, económica, de modelo industrial y productivo... y también en lo que respecta al autogobierno. Nafarroa es territorio pequeño poblacionalmente y en términos de PIB, pero diversa, ambiciosa y trabajadora, que no renuncia a su historia, y mucho menos debería renunciar a regir sus recursos y políticas en el contexto europeo del siglo XXI en términos de soberanía. Toca encarar una revisión crítica del estado del cumplimento del propio Amejoramiento, y encarar, parafraseando la tesis histórica oficial, un debate sobre un nuevo pacto social y político en Nafarroa que profundice en la democracia y la transformación. Ahora sí de mano de la ciudadanía.

La autora es abogada y coordinadora de EH Bildu en Nafarroa