La desigualdad y el cambio climático son los desafíos de nuestro tiempo. Debemos redefinir nuestra visión del desarrollo humano y reinventar nuestro modelo de economía. La crisis climática lo está haciendo urgente. No puede haber demoras. Es necesario que definamos nuevas trayectorias de desarrollo que cuiden de todas las personas y del planeta. La desigualdad y el cambio climático están rompiendo tanto el lecho ambiental como nuestros fundamentos sociales más básicos.

Oxfam estima que “la mitad más pobre de la población mundial (alrededor de 3.500 millones de personas) son responsables de solo alrededor del 10 % de las emisiones globales totales atribuidas al consumo individual, pero viven en su inmensa mayoría en los países más vulnerables al cambio climático”. Por otro lado, alrededor del 11% de la población es responsable de más del 50% de las emisiones totales de carbono.

En todo el mundo, los más ricos y poderosos están acumulando riquezas y privilegios de una manera que daña el planeta y viola los derechos humanos fundamentales de millones de personas. El cambio climático está provocando un aumento del hambre y de desplazamientos en todo el mundo. Hoy en día, es tres veces más probable que las personas se vean forzadas a dejar sus hogares por ciclones, inundaciones o incendios forestales que por conflictos, y hasta siete veces más que por terremotos o erupciones volcánicas. Es decir, que los desastres provocados por el clima son la principal causa de desplazamiento interno a nivel mundial.

La crisis climática y de desigualdad son dos caras de una misma moneda y síntomas de un sistema fracasado.

Sin embargo, ni la desigualdad ni el cambio climático son inevitables. Son la consecuencia de elecciones políticas y económicas, el resultado de nuestra economía global profundamente desigual, injusta e insostenible, amañada a favor de una élite muy pequeña, muy rica y mayoritariamente masculina, que permite emisiones nocivas y el agotamiento de los recursos naturales. Esto da forma a las disputas geopolíticas mundiales sobre la energía y golpea más duramente a los pobres. La nuestra es una economía impulsada por una obsesión con el crecimiento del PIB que enmascara a las personas atrapadas en la pobreza y la vulnerabilidad y oscurece el costo de la actividad económica. Es una economía en la que el medioambiente y la gente corriente, sobre todo mujeres, son recursos explotables.

La complejidad política es muy real, pero también lo son las realidades del planeta. Una de las cuestiones más importantes con las que la comunidad internacional debe lidiar este siglo a nivel de legislación y gobernanza es cómo proteger a los procesos terrestres de la degradación, a nivel local y mundial.

El compromiso individual de las personas es igualmente fundamental, tanto por el impacto que un comportamiento medioambientalmente responsable puede lograr en las comunidades como por la capacidad de incidencia política que una sociedad comprometida puede ejercer. A nivel individual debemos hacer nuestros hogares más sostenibles: aislamiento, energía, uso del agua, consumo alimentario, compras, desplazamientos… A nivel local e internacional debemos participar en organizaciones que trabajen por la búsqueda y la implantación de medidas sostenibles, que redistribuyan la riqueza y el poder.

Se trata de cambiar los términos del debate, las narrativas; de exigir a los gobiernos políticas fiscales socialmente justas y estrategias transformadoras coherentes con el desarrollo sostenible.

Proteger el planeta y hacer justicia para todos no son objetivos incompatibles, como reconocen los ODS. De hecho, ambos son complementarios y deben abordarse simultáneamente. Sin embargo, lograr este doble desafío requiere urgentemente un cambio de paradigma: nuestro enfoque actual en la generación de crecimiento y las teorías fallidas de goteo deben ser reemplazados por un nuevo enfoque en la distribución, una economía más circular, humana, feminista, sostenible y baja en carbono.

Para lograr el desarrollo sostenible es fundamental el imperativo de erradicar la pobreza, para que todas las personas lleven vidas libres de privaciones. Esto depende en gran parte de garantizar que el uso colectivo de los recursos naturales por parte de la humanidad se mantenga dentro de límites sostenibles.

Los jóvenes exigen acción ahora para que no les roben su futuro. Como miembros de la Alianza por el Clima os animamos a acudir el viernes 23 de septiembre a la movilización internacional por el clima que lidera Fridays For Future. Seguiremos en noviembre con una cumbre alternativa a la Cumbre Mundial del Clima COP 27 donde países miembros de la ONU debatirán en Egipto nuestro futuro. Si crees que hay una manera más justa y más sostenible de estar en este planeta, ¡sal a reivindicarlo!

“No podemos cambiar todas las cosas a las que nos enfrentamos, pero no podemos

cambiar nada a lo que no nos enfrentamos”. James Baldwin.

Oxfam Intermón