Ha finalizado recientemente la COP27, la Cumbre del Clima que anualmente organiza la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Ha sonado como logro principal la creación de un fondo orientado a paliar los daños y las pérdidas que el calentamiento global cause en los países pobres, aun sabiendo que es algo que evita actuar sobre la raíz del problema y también que ese coste será inasumible por los países ricos.

La ciencia del clima basa sus avances y comprensión del Sistema Tierra en modelos físicos que tratan de simular procesos que ocurren en la naturaleza. Buena parte de las personas que nos dedicamos de una forma u otra a lo anterior sentimos que los debates y acuerdos a los que pretenden llegar jefes de Estado y delegados en este tipo de cumbres se encuentra a mil años luz de lo que realmente ocurre en la Tierra. Es peligroso pensar que se podrá decidir la dirección en la que evolucionará el clima asumiendo y cumpliendo una serie de supuestos relacionados con la descarbonización y la transición energética, que además deben ser puestos en marcha inmediata y simultáneamente por todas las grandes economías mundiales, especialmente EEUU, China e India. Lamentablemente cada vez más investigaciones nos sitúan en escenarios en que, debido a procesos que ya se han activado en el planeta, y que están relacionados con elementos de los que se habla muy poco, como el papel del hielo en la Tierra, las emisiones naturales de metano, los grandes incendios forestales en zonas boreales o el efecto enmascarador del calentamiento de los aerosoles originados en las emisiones de CO2. Es muy tarde para revertir la dirección de los cambios y los impactos serán tan grandes en unos pocos años que no será una cuestión de que los daños y consecuencias que se produzcan puedan llegar a paliarse con la activación de un mecanismo de cobertura económica entre el norte y el sur global. Muchos hemos perdido cualquier esperanza y vemos imposible no ya el 1,5°C del fracasado Acuerdo de París (si el mundo quiere limitar la temperatura a ese nivel, las emisiones de gases de efecto invernadero deberían reducirse para 2030 en aproximadamente un 45% con respecto al nivel de 2010, cuando en realidad siguen aumentando), sino los 2°C de calentamiento como inevitables, probablemente incluso antes de mediados de siglo. Aceptar esa realidad debería ser el primer paso a dar en una cumbre internacional.

Estamos vendiendo a generaciones futuras falsas esperanzas de economías descarbonizadas como si eso es lo que les permitiese mantener el actual modus operandi de nuestro día a día. Pero poco a poco encontramos cada vez más voces que nos recuerdan que nos queda principalmente la adaptación a los impactos de un clima cambiante, que serán cada vez más duros, haciéndonos más pobres y vulnerables.

Volvemos a lo que la ciencia ha demostrado y publicado en el último año en su resumen consensuado acerca de la realidad del cambio climático: los impactos más catastróficos sólo pueden evitarse mediante recortes drásticos y urgentes en las emisiones de gases de efecto invernadero. No es un problema de fijar objetivos a 2030 ó 2050, desde el punto de vista de la física del clima sólo valdría hacerlo ahora y muy rápido, y seguramente solo permitiría impedir que los escenarios se extremen un poco más.

El autor es delegado territorial de AEMET en Navarra