Los resultados del 28-M marcan posiciones y tal vez indican tendencias. Es tiempo de abandonar recetas de probada eficacia en el pasado y volver a lo básico, la receta de Martín Lutero, punto de partida de la Reforma protestante: “Quien quiere hablar al pueblo tiene que mirarle al pueblo a la boca”. Es decir, escuchar sin tergiversar, hablar en su idioma, sin “ir más allá de lo evidente” perdiendo de vista la realidad.

Se trata de una vieja pregunta que normalmente nos hacemos en tiempos de incertidumbre, desasosiego o tribulación. También en política. En el Evangelio según San Lucas 3,10-18, son mercaderes y soldados, entre otros, los que formulan a Juan el Bautista esa pregunta; las contestaciones que recibieron, acordes a los preceptos luego enseñados por Cristo, fueron: no exijáis más de lo establecido, no hagáis extorsión.

Lev Tolstói y Vladimir Ilich Lenin, 1.900 años después, se hicieron la misma pregunta en una Rusia social y políticamente trémula. Ante la injusticia, un Tolstói ya cristiano apeló en Lo que debe hacerse, a rechazar la venganza, a resistir al agravio, a no practicar el ojo por ojo, diente por diente. Lenin, inspirado en una novela de título ¿Qué hacer? (Nikolái Chernyshevski-1862) de gran éxito entre los revolucionarios rusos, se contestaba escribiendo un panfleto de igual título con la respuesta para él correcta: la organización de un partido compuesto por revolucionarios profesionales que arrinconando el terrorismo –su hermano Alexander había sido ahorcado por intentar asesinar al zar– fuera la vanguardia de las masas.

El resultado práctico, duradero y calamitoso fue la fundación del partido bolchevique, luego Partido Comunista. Observarán que una misma pregunta obtuvo contestaciones radicalmente distintas, incluso opuestas, dependiendo de la ética o moralidad que subyacía a la pregunta.

'Entzunez eraiki'

Los resultados de las pasadas elecciones municipales y forales en lo que a la Comunidad Autónoma Vasca y la Comunidad Foral Navarra se refiere marcan posiciones y tal vez indican tendencias. EAJ-PNV pierde, Bildu gana, PSE-PSN se mantienen, PP se recupera ligeramente y Elkarrekin Podemos entra en declive. Ante ese panorama, EAJ tensa sus nervios porque, explicaciones aparte y la precampaña con gran intervención de actores no convocados como los sindicatos y plataformas reivindicativas bastante tuvieron que ver con el resultado obtenido, lo evidente es que un malestar social generado por las deficiencias del servicio de Osakidetza, las turbulencias en la comunidad educativa, la percepción creciente de inseguridad ciudadana y la sensación de ensoberbecimiento en el quehacer funcionarial, y más en concreto en el policial, han llevado a muchos ciudadanos a una abstención con gran componente crítico al PNV.

Llegados a este punto resulta obligado preguntarnos por el proceso de escucha activa Entzunez Eraiki llevado a cabo por el PNV durante el pasado año. En reciente entrevista del número especial de la revista Hermes de la Fundación Sabino Arana (mayo 2023), Xabier Barandiaran, responsable de Innovación Política de EAJ-PNV y coordinador del proceso, enfatizaba: “Un partido político o está alerta permanentemente sobre lo que piensa la sociedad o si no corre un serio riesgo de desconectarse de ella, y no hay nada más peligroso que eso”. Imposible no estar de acuerdo. Ha sido un enorme y bienintencionado –mis felicitaciones– esfuerzo organizativo con interesantes aportaciones que ha resultado, por el momento, baldío porque no se puso en práctica lo que sin embargo se detectó: que la ciudadanía quiere menos rutina y presunción y más creación política y eficacia en la resolución de los problemas. Como si comenzara a declinar el fulgor, el poder de dar vida a la política sustentada en la participación de los ciudadanos, desde los batzokis hasta los cauces participativos abiertos a la gente, cada vez más institucionalizados, vistos y percibidos como distantes.

Arnaldo Otegi no es un taumaturgo, un hacedor de milagros. La “noche mágica” que anunció durante la campaña electoral ha tenido más de revulsivo para otros partidos que resultados prácticos para la propia Bildu. Pero suscita el vuelo de la imaginación. Esos resultados excelentes –un amigo me recordaba que similares a los que consiguió la candidatura de HB que encabecé en las elecciones europeas de 1987, magnitudes a mi juicio no comparables por ser de más contenido político las municipales y forales que las europeas– han supuesto la primacía de Bildu en Gipuzkoa (Juntas Generales) y Gasteiz, así como en una mayoría de ayuntamientos, y con gran incidencia en Nafarroa. Pero resultarán inoperantes por la entente EAJ-PSE-PSN con la abstención activa del PP, si es que ésta se produce. Porque por el momento, aquí y ahora, la política vasca se concreta en lo que Lenin formulaba como “quién a quién”, una cruda cuestión de poder, lo que me disgusta profundamente.

En una sociedad como la nuestra caracterizada por la pluralidad, la participación política seguirá sin embargo encauzada por los dos mismos partidos, aquí nada extraño dura mucho, por lo cual deberíamos ser capaces de admitir una alternancia, donde sea plausible, si percibimos un deseo de cambio entre la ciudadanía. Los resultados electorales de Bildu, por amplios, homogéneos y extensos en la geografía vasca son indiciarios de ese deseo de alternancia que no debe ser sofocado por la imperiosa necesidad de ocupar espacio institucional. Y dejo al margen el veto del PP a Bildu basado en un rigorismo tan legítimo –¿cómo perdonar a alguien que no se siente culpable?– como trasnochado y además de ida y vuelta cuando sea cuestionado por las inmediatas alianzas con Vox.

La advertencia

Me preocupa que la alianza EAJ-PSE en ayuntamientos y diputaciones se reduzca a una victoria táctica y operativa que potencie una derrota estratégica. Para Sortu, vástago del paraguas Bildu, la estrategia no es un plan a largo plazo sino la evolución de una idea central –independentzia eta sozialismoa– a lo largo de circunstancias cambiantes. Así ha venido actuando la Izquierda Abertzale, dirigida por ETA, desde el final del franquismo, durante la Transición, la institucionalización autonómica, su ilegalización, la derrota de la propia ETA, la vuelta a la legalidad y su adaptación a las nuevas formas de hacer política. La labilidad más que habilidad que ha demostrado la IA, ahora Sortu/Bildu, no le exime de la responsabilidad colectiva por la violencia ejercida por ETA en su nombre, aunque está claro que han aprendido a vivir con esa culpa que no perciben como tal y se han acomodado a ella, una historia que nunca termina.

Al PNV nadie le ha mandado a hacer las maletas, pero el electorado le ha hecho una seria advertencia: si sigues haciendo la misma política obtendrás los mismos o peores resultados.

Lo más concluyente del proceso de escucha Entzunez Eraiki ha sido el resultado de las pasadas elecciones. Y francamente no veo al PNV capaz de enmendarse, mucho menos en medio de la avalancha de citas electorales pendientes: generales, autonómicas, europeas. Por favor, no me obliguen a concluir que EAJ solo es capaz de rectificar cuando pierde, algo que ya ocurrió tras la escisión de EA o tras el desalojo del lehendakari Ibarretxe.

Uriah Heep es un personaje de la novela David Copperfield de Dickens que ha pasado a la literatura como el adulador por antonomasia. Demasiados Uriah han regalado los oídos del PNV durante demasiado tiempo. Es tiempo de abandonar algunas recetas de probada eficacia en el pasado y volver a lo básico, a la formulada por Martin Lutero, punto de partida de la Reforma protestante: “Quien quiere hablar al pueblo tiene que mirarle al pueblo a la boca”. Es decir, escuchar sin tergiversar, hablar en su idioma, sin “ir más allá de lo evidente” perdiendo de vista la realidad. Y siendo necesario, ceder ahora para ganar luego: “El que tiene dos túnicas, dé al que no las tiene” (Lucas 3,10-11).

Eso es también estrategia política.