Uno lee, con alegría, noticias como la trasladada en los medios de comunicación respecto al plan preventivo de algún ayuntamiento para dotarse de los protocolos y acciones necesarias para situaciones de emergencia por inundaciones. Al menos, con ellos, generarán avisos y acciones, en tiempo y a tiempo, para minimizar afecciones en el ámbito público y, en lo posible, en las propiedades particulares. En lo posible, porque dependerá exclusivamente de cada particular el que haya previsto sus propias defensas respecto a la situación del agua en lo público. Si no lo ha previsto o no lo hace a tiempo, se verá anegado a través de sus accesos. Y estos no son, exclusivamente, los correspondientes a puertas de viviendas y garajes, así como ventanas. Hay otros accesos que se siguen sin tener en cuenta, como son los respiraderos de suelo o de fachada a niveles bajos, así como los saneamientos. Y es lo que me lleva a volver a insistir. Se actúa en prevención, cosa necesaria y que aplaudo a quien lo hace (algunos siguen en la inopia), pero se olvida reiteradamente que el factor principal de una prevención no está solo en avisar / informar, sino que está en enfrentar, con objetividad y celeridad, las medidas necesarias que reduzcan, o eliminen, los riesgos.

Al margen de otras anteriores y recurrentes, sin hacer nada, la inundación histórica se produjo en diciembre del año 2021 y vamos para diciembre de 2023. Dos años en los cuales, y es mi opinión personal, si las instituciones municipales creen que han hecho mucho trabajo preventivo, es que no ven la realidad de las necesidades. Al margen de que se debían haber movido desde, al menos, el año 2013 –por no poner fechas previas–, tardar dos años para obtener protocolos preventivos respecto a emergencias, en cuanto a actuaciones de responsabilidad municipal, me parece demasiado tiempo. Es probable que alguien me pueda decir que soy yo el que no pisa la realidad de lo que corresponde a gestiones de ámbito público, pero me sitúo en la empatía con los afectados recurrentemente, como técnico que ha estudiado los problemas y puesto sobre la mesa distintas actuaciones físicas, y en ser, directamente, un afectado. Condiciones que, probablemente, no podrá hacer valer quien me lo dijese.

Cuando, como se ha hecho, se ponen sobre “las mesas debidas” (y se explicitan a nivel público general en distintos escritos enviados a medios de comunicación, publicados y no publicados) los problemas reales que existen, con todo tipo de datos, y las necesidades para, como se ha indicado, al menos paliarlos en gran medida, y se observa que pasa el tiempo sin que nadie lo trate debidamente, a uno se le cae la moral. Y hablo de muchos responsables diferentes, no solo municipales. Incluidos los de las empresas de servicio que gestionan los saneamientos, y debieran enfrentar las realidades e invertir en ello como corresponde realmente.

Si, además, se lanzan propuestas a las entidades oportunas respecto a formaciones gratuitas (tal y como suena) para concienciar, incluidos los vecinos, de los problemas reales y los medios existentes para poder evitar afecciones, y se obtiene el silencio por respuesta, uno ya no sabe qué pensar respecto a la capacidad de querer, o saber, entender los problemas para no esperar al siguiente evento y volver a mirar hacia donde se pueden descargar responsabilidades.

*El autor es asesor en el ámbito del agua